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Volvamos al cine

Volvamos al cine, con esta película 
Mis opciones de diversión siempre se debaten entre la música, la lectura, la escritura, las películas y las series. Hay mucho de dónde escoger, cada vez veo más calidad, más originalidad, más contenidos frescos. Dentro de todo esto hay una película que llega a la pantalla grande, se llama Lazos de familia. Sorry we missed you en inglés. Hay una palabra llamada empatía, tan ahora de moda. Consiste, de alguna manera, en ponerse en el lugar del otro. Con esta película, casi lloro al sentir casi en carne propia las angustias, los problemas, los sentires de sus personajes. Es inevitable no quedar impregnado de algo de estas vivencias, plasmadas de manera muy madura, sin artificios, sin efectos, puro pulso, puro músculo, la angustia por sobrevivir.Estamos hablando de una familia de clase humilde en la Inglaterra industrial, lejana de todo el boato que vemos en la moda, lejos de la realeza, la Londres complicada, de gente que debe coger tres buses durante su jornada laboral, donde el protagonista Ricky (magistralmente interpretado por Kris Hitchen) debe sorteársela toda, todo el tiempo, entregando paquetes de correo, con el temor por dañar las estadísticas respirándole en la nuca. Hay accidentes, hay peleas, hay una angustia propia de películas tan inexplicablemente llamadas Cine-Arte, donde no hay un desenlace definido, donde la dinámica tradicional introducción-nudo-desenlace no existe. Aquí cada segundo cuenta y las vivencias se dan, a veces con pocas sonrisas y más bien muchos quebrantos.Está la niña pequeña que sufre al ver todo con impotencia. Está el adolescente con problemas. Es un espejo, cada quien ha tenido algún problema con el que se sentirá identificado.No la dejen de ver. Es el cine europeo, con dirección de Ken Loach, en su máxima expresión. No se arrepentirán, cuando acabe la película dirán para sus adentros: “qué afortunados somos”. Nos da para percibir ese aliento de realidad, nos da para valorar la tranquilidad, la libertad, el descanso. Vayan, pues qué mejor que verla en cine ya ahora que se puede.En mi instagram @kemistrye pueden escribirme y contarme qué tal les pareció. En cuanto a series tengo unas muy buenas, en cuanto a Techno hay cosas deliciosas, de las cuales les hablaré después. O si les interesa escríbanme y les cuento.@cineplexcol
aquí les dejo dos páginas donde pueden ver mis artículos:todos los vivenciales están en http://www.lavidaenfinanzas.com

o también en mi blog de Portafolio : https://blogs.portafolio.co/la-vida-en-finanzas/2021/07/07/volvamos-cine-mejor-esta-opcion/

Reencarné

La obsesión por los viajes en el tiempo siempre existirá. En varias series y películas que he visto se plantea ese concepto, bien sea de manera jocosa o tratándole de meter la mayor dosis de objetividad y ciencia. De cualquier manera, no deja de ser un sueño, una obsesión. ¿Cómo sería verme de niño? Narcisismo, curiosidad, seres queridos que se fueron, qué sé yo. Mil preguntas que seguro se le vienen a la mente a ustedes en este momento.

Sin embargo, hay algo que siempre me imagino: reencarnar. La reencarnación es la máquina del tiempo más efectiva. ¿Qué vehículo más acertado para viajar en el tiempo que el mismo cuerpo humano a lo largo de las generaciones? Imaginemos un poco: hace un par de meses les había dicho que yo en verdad creía ser Emily Dickinson reencarnada en Jorge Ruiz. De Dickinson a Kemistry. Pero no, con más ímpetu creo que quien reencarnó en mí, ahora sí y por última vez mencionada (lo juro), es Simone de Beauvoir. Les diré brevemente porqué.

En sus Memorias de una joven formal, ella menciona que de las obras de música clásica que más le gustó fue El surgimiento de la primavera, del gran Stravinksy. Le sacre du printemps. Bueno, esta obra hermosa resuena en mi andamiaje de sonido por lo menos una vez por semana. Luego en el mismo libro ella dice que quiso leer La Odisea para poder entender a la humanidad. A mí también me movieron los mismos derroteros al buscar esta obra de Homero. Ella tenía varias ideas sobre la mojigatería, sobre la política y sobre la religión con los cuales concuerdo mucho, pero qué pereza escribir de esos temas. Lo que más plasmó mi ser fue lo relacionado a las cenas y almuerzos en grupo, tema ya ampliamente mencionado en artículos míos previamente. Ella decía lo siguiente: “Me alegraba poder eludir el ceremonial de las comidas en familia; reduciendo el alimento a su verdad, me parecía dar un paso hacia la libertad”.

Así como definía yo la otra vez la fiesta perfecta: 6 u 8 (no pueden ser más) personas serias, robóticas, mudas, bailando minnimal techno con un strober titilando.

La otra vez yo escribí sobre eso. Tal vez el ceremonial de las comidas y el hecho de dormir estén sobrevalorados. La comida y el sueño son dos necesidades biológicas, más su exacerbación a lo largo de la historia pueden generar algo de aburrimiento. No había visto que nadie más lo escribiera. La comida puede reducirse al solo hecho de alimentarse.

Y bueno, Simone, imaginar cosas y escribir opiniones no cuesta nada. Continúo hallando pistas en los libros, en los periódicos, en todo lado. A ver si ella viajó al futuro en mi cuerpo o si más bien yo viajé al pasado en el cuerpo de ella.

Una mirada al infinito , un instante eterno

Él siempre pasaba por ahí montando bicicleta con los amigos los sábados en la mañana; claro, no tan temprano, puesto que los viernes por lo general eran de fiesta, el sábado es para dormir hasta tarde. Así que salían tipo 11 de la mañana a dar una vuelta, siempre por los mismos sitios. Nada de competición, trial, biking, freestyle, nada de eso. Solo salir de plan urbano, pero eso sí tratar de ir rápido, subir tal vez un andén, tratar de picar la bicicleta poniéndole el cambio más liviano, ese que se usa para las subidas más álgidas.

Él estaba estrenando bicicleta, una súper moderna Specialized que le habían dado los papás de navidad, ya luego de haber sucumbido a la estrepitosa verdad de saber quién es el niño Dios. Ya él sabía quiénes eran, ya sabía él que un ruido en la chimenea un 25 de diciembre indefectiblemente iba a venir acompañado de un plan de amortización de cuotas a un 1% mensual. No venían del cielo, así que él quería cuidar mucho esa bicicleta de varias velocidades que se lograban combinando el plato grande con el pequeño. Espectacular, negra, con letras amarillas fosforescentes. Nadie se ponía casco, eso era para los profesionales, ellos iban molestando y en esas les dio por hacer una pequeña competencia. Él llevaba unos pesos en el bolsillo para comprar gaseosa, cigarros o algo para la sed.

Siempre que él pasaba por los barrios veía gente interesante. Esta vez la vio a ella, era el sábado a las 11:40 de la mañana. Ella lo miraba con una sonrisa hermosa, radiante. Él dio la vuelta a la manzana, ella lo miraba, dio otra vuelta, él iba ganando la competencia con sus amigos pero ella seguía mirándolo, sonriendo. -No puedo hacer nada- dijo, se detuvo y todos los demás lo sobrepasaron.

Como digo, él se detuvo y fue hacia donde estaba ella. Ella estaba recostada en unas gradas, cerca de una iglesia que quedaba en una pequeña colina, con unas gradas de piedra muy lindas bajo una cruz de acero. Ella seguía sonriendo, él se le acercó.
– ¿Cómo se llama? ¿está bien?- le preguntó él.
-Sí, solo tengo sed- seguía sonriendo. Él hizo un leve movimiento hacia la izquierda para taparse del sol, pero ella no se inmutó. ¿Qué pasaría? Él hizo como el amague de mover rápidamente los brazos pero ella seguía incólume, sonriendo. Era invidente.
-Me llamo Isolde- dijo ella. Él se le acercó más. Ella tenía unos 80 años, tenía la piel muy rosada, los ojos muy claros. Era muy bella, tenía en su carriel una botella vacía, unas fotos antiguas, un pedazo de manzana y nada más. Él no pudo hacer nada más que acariciarla. Dejó la bicicleta ahí y corrió a la tienda a comprarle algo.

-Vecino, una bolsa de leche, quinientos de salchichón y un pan de cien- dijo él.
Le llevó la vitualla y se quedaron ahí, conversando un rato. Ella siempre sonreía, mirando hacia un mismo punto. Siempre hacia un mismo punto. Hicieron una comitiva deliciosa, tomaron leche y con la mano partieron el salchichón y lo metieron entre dos panes. Creo, perdón, cree él que fue el sándwich más delicioso que en su vida probó. Él le acariciaba su pelo rubio, seco, maltratado por el tiempo, por sus condiciones, por su aparente enfermedad, por su vida que se le esfumaba. Fue algo mágico, ella le agradeció mucho y le cogió la mano.
-Gracias, muchacho, ahora ve con tus amigos, no vayas a perder la carrera, yo estoy bien, ya no necesito nada más-
Él se fue, fue el momento más hermoso. Naturalmente no ganó la carrera, pero él ya había ganado. Cuando volvió a pasar por esa cuadra, ya no había nadie. Había una bolsa de leche vacía, la cual él obviamente arrojó a la basura.

Una confesión a MAdame Bovary

-Bueno, cuéntame, ¿Qué hiciste hoy?- 

-Era algo que tenía que hacer. Sentí el deseo irrefrenable de transmitir algo. Acababa de leer Madame Bovary, me conmovió mucho. Hace ya dos semanas había escrito sobre La Odisea, pero esta vez dije, porqué no, también sería bastante provechoso escribir sobre ella, sobre Emma. Quisiera darle las gracias a Gustave Flaubert, el escritor. ¿Sería eso posible? ¿habría forma de hacerle llegar el recado?

-Vamos a ver, aquí siempre se hará todo lo posible, aunque él está en el lote de los que murieron en 1880. Pero prosigue, ¿Qué más querías decirme?-

-Bueno, continúo con Madame. Hay algo que me gusta mucho en el campo musical, es lo que se llama la Chanson Française. A menudo oigo estas baladas francesas de los años 60 y 70. Françoise Hardy es una gran exponente. Puse de hecho L’amitié a todo volumen, luego puse a Coralie Clément. Me embebí en la canción francesa, algo que bien podría acompañarse de unos macarons, una bufanda Hermés, mi loción Terre, unas fresas, un color sangre de toro en las uñas, un delineador oscuro en los ojos. Sensualidad y estilo, toda una alegoría a Halston, a la moda, al amor, al jardín de Luxemburgo. Bueno, lo que le decía, toda la atmósfera de Madame en la que anduve metido unas cuantas semanas fue hermosa. Hay una frase al final que dice: “¡ES CULPA DE LA FATALIDAD!”. Pero bueno, no quiero dañarle el final a quien no lo ha leído. Qué linda la literatura. 
En el libro se habla de las personalidades. La mujer alemana era vaporosa, la francesa era libertina y la italiana apasionada. Eso lo decía Gustave, como digo, me metí en el libro, qué rico que la gente por leer esto se metiera también en esa atmósfera de mil ochocientos. Ay Madame, salían del Hotel de Boulogne, en ciertas ocasiones le arrancaban la cinta delgada de su corsé. Los amantes se sublevaban contra la absorción cada vez mayor de su personalidad. Qué pasión previa, qué bello imaginarlo y escribirlo. ¿Continúo?-

-Sí, continúa. Por cierto, ya le escribí a Gustave, ya le di tu recado-

-Gracias, es delicioso transmitir gustos. Mencionando situaciones del libro, alguien tocaba en el cielo epitalamios elegíacos, había largas levitas, hubo un pagaré de 700 francos, ay las deudas, ningún ser humano, por mucha clase que tenga, se salva de ellas en algún momento de su vida. Cucharillas de plata dorada, adulterios. Creo que me enamoré de ella, pude sentir la pasión en su ser, Madame debió ser hermosa. Sus cejas, imagino su perfil, su torso, su boca. ¿Podría decirle a Madame Bovary que quisiera algún día una cita con ella? Con mirarla y recorrer su perfil con mi dedo índice ya todo sería suficiente, con percibir su aroma ya con eso se sublevarían las pasiones. Dile por favor.

-¿Sí señor, algo más que quieras decir de tu experiencia?-

-Nada. Solo mencionaré un término del libro que me gustó mucho: “la inefable seducción de la virtud que sucumbe”. Le daré play ahora a Françoise nuevamente. Todo continúa, ya estoy en la modernidad, en la música electrónica y en el k-pop plateado y ultramoderno. Cambio y fuera. Gracias, conciencia. 

 
Más historias, ya saben, en mi Instagram @kemistrye

Sobre La Odisea y demás delicias

Desde 2013 y durante 6 años ininterrumpidos estuve escribiendo un blog diario, entregando un escrito muy puntualmente a las 6am. Empecé narrando noticias financieras, pero me picaba contar otras cosas y me picaba también narrar una que otra historia, por eso es que todo desembocó en un híbrido. Yo dejé de hacer ese blog y ahora lo que les cuento son historias, más o menos una por semana. Por lo tanto me quedó desnuda, quedó huérfana esa pata relacionada con el periodismo, la que no está relacionada con contar una historia sino más bien la relacionada con hablar de hechos ocurridos, de libros leídos, de series disfrutadas o de comidas degustadas.
Siempre quiero transmitir ese gusto sobre lo que percibo del mundo. Es la eterna bola de nieve. Siempre digo que, si estamos en un grupo de 30 personas y luego una o dos aunque sea me preguntan por algún libro luego o por alguna canción, me daré por bien servido. Tengo que hablar de lo que me gusta, mi ADN escrito está compuesto por 50% historias y 50% percepciones. Dentro de eso, hace poco leí a conciencia, con todos los sentidos puestos, una gran obra de arte llamada La Odisea. Me conmovió mucho, creo que es el libro en donde más se enaltece el sentimiento de esperanza. Es decir, luego de la guerra de Troya, este señor Ulises quiere volver a su tierra, Ítaca, para ver a su esposa Penélope, a su hijo Telémaco y a su perro Argos.
Las aventuras que le toca vivir son muchas. Aparecen las sirenas y aquí hago un alto en el camino: no son las mismas sirenas nórdicas, con cuerpo de pez y torso de mujer. Son más bien pájaros gigantes con cara de mujer. Ya estos hechos, este conocimiento que no se percibe en la superficie sino que hay que escarbar, es el que me encanta. Bueno, luego Ulises debe ir a varias islas, ve cíclopes, lotófagos, horrendos lestrígones (no imaginan lo feo que los describen), conoce a Circe en la isla Eea, ve a un monstruo llamado Escila, otro llamado Caribdis, siempre la hermosa Atenea lo acompaña, siempre comen miles de carnes, toman vinos, descansan en lino, van donde el rey Alcínoo. Mil cosas, qué hermosura por Dios.
No entiendo porqué lo ponen de obligatoria lectura a niños de 10, de 13, de 15 años. Es esa misma obligatoriedad la que le quita la magia. Y Penélope ahí esperándolo, llorando por él, ya suponiendo que él no volverá nunca.
Hubo algo muy lindo. Debido a que Ulises no llegaba, todos los habitantes de Itaca le decían algo así como “oiga, doña Penélope, ya que su esposo falleció, entonces por favor abra una convocatoria para nuevo esposo”, ahí tenía muchos pretendientes. Ella decía que luego, que ella andaba tejiendo un bordado y lo mostraba a la gente. Les decía que cuando lo terminara pues ahí ya se pondría en la labor de conseguir esposo. Resulta que en la noche ella destejía lo tejido y volvía a quedar en ceros, para así nunca acabar, para así nunca casarse nuevamente. Ulises era irremplazable.
Mil cosas de las que quiero escribirles. Por ahora dejémoslo aquí, esa mitología griega es hermosa, nos ofrece al ser humano en su máxima expresión: sensible, fuerte, con errores pero con ímpetu. Ulises somos todos nosotros.

señora me ayuda?

Ayer salí con un saco de capucha gris, de esos que denominan “hoodies”, encima unos audífonos Pioneer gigantes y un mechón de mi pelo azul salía por un costado de mi cara. Iba oyendo una cantante sueca que me encanta, Alice Boman. Si quieren oigan “Be mine”, el Jaakko Eino Kalevi remix. Esta canción y muchas otras súper indie las descubrí en la banda sonora de Dickinson, una serie que acabo de acabar en Apple+, sobre la vida de la poeta (¿poetisa?) Emily Dickinson. Básicamente amo a Emily Dickinson y a quien la interpreta: Hailee Steinfeld. Iba por ahí, creyéndome Emily Dickinson, pateando piedras, paseando a mi perrito Yorkshire Terrier., mirando mis botas azules. Música a todo volumen, nada a mi exterior importaba (importa).

Vi que alguien me hacía señas. ¿Sí sería a mí? Yo tengo una especie de trauma, porque una vez cuando tenía 14 años estaba con una gente y pasó alguien saludando en un carro rápido, yo pensé que era para mí el saludo, efectivamente saludé y pues el saludo era para alguien que estaba detrás de mí. Claramente se burlaron. Así que cuando alguien hace señas para saludarme lo pienso dos, tres, cuatro veces antes de actuar. Pero bueno, soy un niño de 8 años, nadie me conoce así que si me hacía señas un señor de 70 años y otra señora de unos cuantos años menos, sería para algo. Èl dijo: “Señora, ¿me podría ayudar?”. Yo les pregunté si era para mí, señalándome a mí mismo y alzando la ceja. El señor dijo que sí. “Señora, ¿me podría ayudar?”, repitió. Me dio risa. Le puse pausa a Alice Boman porque no entendía nada, siempre me abstraigo cuando voy en mi mundo. 

“Sí, claro, ¿qué necesitas?”, dije acercándomele a él, poniendo voz gruesa. Él me ofreció disculpas, pensando que yo era una señora. ¿Me habrá confundido con Emily Dickinson? El hecho es que este señor andaba caminando cojo, recién operado, estaba malo de la rodilla, tenía una especie de bastón y al salir del parqueadero habían puesto un carro demasiado pegado al de él, así que no podía entrar por la puerta del conductor sino que tocaba entrar por la del copiloto. Claramente él no podía hacer eso. Yo me sentí como un superhéroe, le dije que claro, que me tuviera a mi perrito, me metí por el lado del copiloto, llegué al puesto del piloto, puse reversa, salí y ya él pudo entrar perfecto. Me agradeció muchísimo, casi llora porque se sentía muy mal por estar impedido.

Y lo sencillo que fue. Y lo difícil que para él era. Todos podemos ser héroes algún día. Él me volvió a ofrecer disculpas al despedirse. Le dije que no tenía nada de qué disculparse. Todos los artistas, en últimas, tienen algo de mujer, de hombre y de niño. Y pelo azul también.

Bullying al color blanco

Últimamente en kemistrylandia, de donde soy CEO, caudillo y presidente ejecutivo, anda latente y vigente la tendencia de dibujar con lápiz y pintar con colores. Es algo que siempre me ha gustado hacer y ahora más que nunca: compré un set de 24 lápices de doble punta Prismacolor que incluyen matices hermosos y literarios como el azul noche, el ocre, el rojo ladrillo y el amarillo limón. Está el granate, el violeta y el morado. Es un placer inmenso y claramente compré cartuchera de unicornios. 

A todas estas debo ofrecer disculpas y creo que nunca es tarde para resarcir todo. Me siento muy mal. Yo también de niño pintaba y empezaba a gastar poco a poco cada lapiz. El negro se iba rápido puesto que uno repintaba mucho, el azul es mi color favorito y siempre es el que más usaba, al morado y al rosado siempre les daba palo, pero había un lápiz, un color que nunca usaba: el blanco. Siempre quedaba incólume al final del año. Yo me le burlaba, lo confieso, siempre le decía:

-Oye, eres inútil. Mira tus amigos, mira el azul todo gastado, mira el rojo como ya hasta se rompió la mina de tanto uso. Tú estás ahí quieto, con la punta sacada, nadie te usa, no sirves- le decía yo en la época del colegio mientras hacía las tareas. El color blanco siempre quedaba sin utilizar. Claro, ¿para qué usar el color blanco en un dibujo que se hacía en una hoja blanca? Absurdo, no servía para nada el color blanco.

Estuve tentado a escribirle al gerente de Prismacolor, o de Magicolor, diciéndole que no se desgastara, que como cliente podía asegurarle que era inútil que fabricaran el color blanco. -Oye, color blanco, no sirves, me da pesar contigo pero no sirves, hazte a la idea, mézclate con alguien, mézclate con el rojo para hacer rosado pero tú no tienes individualidad, no eres original, hey Blanco-  le decía yo siempre. Una vez mi cartuchera estaba mojada: el color blanco estaba llorando.

Ahora es el año, a ver, veamos, creo que es el 2021. Salió una película en Apple tv+ que visualmente me enloqueció: Wolfwalkers. Hermosa visualmente. Entonces me puse a dibujar a las wolfwalkers, a la niña protagonista irlandesa que se llama Robyn Goodfellowe. Qué bella película animada, no se lo imaginan.

Hoy ando pintando en una agenda que me regalaron, cuyas hojas son como ese café claro de las hojas recicladas, ¿lo tienen presente? no son hojas blancas sino como beige. Estaba pintando el pelo rubio de Robyn, debía pintar la parte blanca de los ojos y también una dentadura. Miré los colores y ahí estabas, color blanco. Empecé a pintar sobre la hoja reciclada beige y el color blanco empezó a difuminarse, empezó a alumbrar, empecé a irisar la hoja, así como cuando se enjalbega una pared de cal. Todo empezó a cobrar vida, una energía inusitada gracias al color blanco. 

Todo fue hermoso. Me di cuenta que el color blanco servía y mucho. Fue de hecho el color más importante de ese dibujo. Me di cuenta que a veces, no es que uno no sirva para algo, sino que tal vez no existen las condiciones para florecer. Le ofrecí disculpas, te ofrezco disculpas por el bullying, color blanco.

Miré de reojo, de soslayo. El lápiz color blanco me estaba sonriendo. Continué dibujando, continúo dibujando. Y escribiéndoles.

cómo habrá sido mi firma?

Hace poco tuve un pequeño inconveniente operativo. Tenía que realizar un trámite relacionado con unos documentos que había firmado en 2007, imagínense ya tan distante esa fecha. ¿Qué andaban haciendo ustedes en 2007? 
Ese día hice mi firma, llené los papeles que tocaba llenar y una señora, al revisar todo, no aceptó los papeles porque argumentó que mi firma no coincidía. 

-Niño, esta firma es diferente a la que está registrada. La firma que usted hizo en 2007 es muy diferente a la que acaba de hacer- dijo la señora.

Qué raro. No es mi intención aquí criticar, antes qué pereza ponerme en esas, estoy de acuerdo con que hagan eso, la intención es evitar la suplantación de identidades. Probablemente el que estaba ahí haciendo la vuelta no era yo sino un cantante británico de rock o un escritor decimonónico viajando en el tiempo parecido a mí. La solución era fácil: simplemente tocaba ir a la notaría, autenticar mi firma  y ya, asunto arreglado.

Le pregunté a la señora si me podía mostrar cómo era mi firma en 2007 pero no se podía. Quedé con la duda, es más, de mis principales dudas existenciales es saber cómo era mi firma en ese entonces. Me acordé de que cuando era niño, o bueno, más bien cuando tenía menos de diez años de edad, veía cómo los adultos firmaban y veía que entre más ilegible tenía más estatus. 

Por lo tanto hice el clásico, con el que seguro todos se sentirán identificados y esbozarán una sonrisa: cuando saqué la cédula puse mi nombre y encima hice una marca como la de El Zorro, una Z cubriendo toda la letra y terminé con la mayor muestra de dignidad y alevosía en el siglo XX: un punto a la derecha. Ya tenía mi firma.
Pero la gente seguía firmando muy raro, yo sentía que mi firma no tenía carácter. Lo que hice luego, para agregar carácter, templanza y firmeza, fue ya no poner un punto al final sino dos. Debí haber puesto una carita feliz, o una nubecita, no sé.

El hecho es que quedé con la duda, yo juré que firmaba igual que ahora. No sé. Tal vez ahora bajé de estatus y puse un punto, o no hice la marca de El Zorro sino al revés: la S de Supermán. 

Hasta la próxima amig@s.

todo se congeló

Una vez andaba caminando. Iba leyendo por un lado “La muerte en Venecia” de Thomas Mann y por otro lado “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. No conozco un escritor más descriptivo que Thomas Mann, tal vez sentí eso con Christopher Isherwood o con Javier Marías, no sé, pero es delicioso como describe a la gente y sus facciones. Luego me transportaba al mundo de Simone, te amo Simone, la vez que acabé “La Mujer Rota”, ese día puntual, sentí que no iba a poder dormirme sin acabar la historia, sin saber qué iba a pasar con los protagonistas, con ese matrimonio en decadencia. Iba en esas y una bella mujer tocó mi espalda, tenía pinta como de detective.

-Oye, siempre veo que andas con tu cuaderno apuntando de todo. ¿Eso de qué te sirve? Siempre estás apuntando frases, prefieres eso a hablar, prefieres apuntar a conversar. Luego el cuaderno se te acaba, lo llenas de dibujos, de stickers de unicornios, lo botas, entonces ¿para qué llenas ese cuaderno?- me preguntó la detective, con un español fuerte, con acento de Europa del Este. 

La miré. No sé, pensé en besarla y volarme con ella al Meat Packing district, se me pasó por la cabeza. O hacerle cosquillas para así romper su irrefrenable seriedad. De un momento a otro el tiempo se detuvo, pero el tiempo de los demás, no el mío. Yo continuaba igual pero todo el mundo estaba congelado, así como en un Mannequin challenge. Le toqué la nariz, efectivamente le hice cosquillas, no la besé, le acomodé un flequillo que estaba tapándole los ojos, olía a Pleats Please de Issey Miyake. Hermosa, además tenía un pantalón de mezclilla, una blusa fluorescente Miu Miu y unos stilletos rojos Gucci. ¿Qué le respondo? Pensé en responderle precisamente mirando la fuente del delito, el objeto del deseo, abrí un cuaderno apuntado por mí del año 2011. ¿Qué podría encontrarme?

Me encontré con varios apuntes. Había apuntado las famosas 7 palabras que pronunció Jesús. Había dos canciones recomendadas, estaba escrito el nombre de Lázaro de Betania y el Sanedrín. Claro, me acordé que me había leído en esa época Caballo de Troya. Había un teléfono, una frase de Dr Jekyll (claro, me había leído el Dr Jekyll & Mr Hyde). 

Luego me encontré un diálogo que yo había apuntado. Resulta que mi hijita en esa época tenía como dos años, y ella dijo lo siguiente: “Papá, en Popayán hay un queso con cáscara de tomate”. Claro, me acordé del queso holandés, el de cáscara roja. Claro, cáscara de tomate. No pude evitar sonreír, no con nostalgia, más bien con alegría de lo sucedido y de lo recordado. Varios diálogos con ella, respecto de películas que me había visto con ella. Vi frases de Hemingway, sinónimos, más apuntes, también otras memorias de la bebé, en las que argumentaba, con toda la seguridad de un niño de dos o tres años, que seguramente uno debería sudar mucho en el planeta Mercurio, puesto que es el más cercano al Sol. 

Ella me enseñó eso, que en Mercurio uno debe sudar mucho. Que también en Popayán hay quesos con cáscaras de tomate. Luego estaban escritas unas memorias mías, respecto a cómo me sentí, cómo me enloquecí y cómo me transporté durante una exposición de arte conceptual en la galería Santafé, en el centro de la ciudad. Encontré mucha información condensada en unas cuantas hojas.

El tiempo volvió su curso normal. La espía, quien se llamaba Nicolle, me seguía mirando. -Responda, responda- me seguía imponiendo, con su acento, con su seriedad, con esa blusa Miu Miu. Vi también que tenía una pulsera Tous con incrustaciones de zafiro. Le dije que sí, que qué bobada, que tenía razón. De nada sirven esos cuadernos. Me guiñé a mí mismo.

La besé y nos fuimos, efectivamente, a un bar en el Meat Packing District. 

ese huevo kinder, es de niño o de niña?

Hay algo que no puede faltar en mi canasta familiar: el huevo Kinder. Es un concepto majestuoso. Que exista un chocolate en forma de huevo con un muñequito adentro, para armar, coleccionar y luego pintar, es algo cercano a la perfección. Siempre compro de estos huevitos, digamos que los elijo del estante donde reposan. Sin embargo, ayer fui al supermercado y para comprar uno tenía que pedirle el favor a la cajera.

-Me da un huevito Kinder, porfa- le dije.

– ¿De cuál quieres? ¿De niño o de niña? – me preguntó la cajera, muy amable y profesional en su trabajo, mientras seguía pasando el resto de productos. Me pareció curioso, ya que está establecido que lo de niños son carros, monstruos, Thors y capitanes América, todos ellos fantásticos, mientras que lo de niñas son cositas hermosas rosadas, chicas superpoderosas, barbies y muñecas LOL.

– Porfa dame uno de mujer, es para mí, me encanta pintarlas en mi cuaderno – le respondí yo y le mostré, de hecho, el cuaderno.
La cajera, divina, una señora de unos 60 años, me sonrió y nos despedimos.

Luego hace unos cuantos meses me enamoré de unas botas Dr Martens, unas azules brillantes. Esas las vi en el catálogo y curiosamente estaban en la sección de botas de mujer. En la sección de Hombre casi todas las botas eran negras, cafés y más grandes, como más gruesas y robustas, no sé, también bacanísimas. Terminé comprando las azules, que supuestamente eran para Mujer.

Me acordaba que en la Universidad un man me dijo que yo era gay (bueno, dijo otra palabra más fuerte) porque no me gustaba el fútbol. Ese día me dio mucha risa, el man es muy querido, sigo siendo amigo de él; probablemente se le fueron las luces ese día, tal vez él en esa época era ignorante y no sabía que no tenía nada qué ver. Incluso también me dio mucha risa hace poco, que puse una foto con mi pelo pintado de azul, que un amigo me escribió preguntándome que si yo “me había pasado al otro equipo”, qué chistoso.

En fin, me empecé a comer el huevito, qué cosa tan deliciosa. Y pues sí, pensaba que bacano que una niña de 6 años pinte a Thor con Hulk y Venom peleando, tomando café o gaseosa, metiéndose a la piscina y que también un niño de 8 años tenga un cuadernito de la Barbie y que en sus dibujos pinte a las muñequitas LOL viajando al espacio o jugando bolos, qué sé yo. Todo debe ser bienvenido y no estigmatizado, probablemente así habría más mentes brillantes y limpias.

Habría más Thors sensibles y más Barbies musculosas.