Todos podemos ser mensajeros

A todos nos ha pasado que pedimos un domicilio y dice que llega a las 7pm, luego en la aplicación se aumenta el horario a las 7:45, y así sucesivamente ocurren demoras, probablemente a las 8:30 por arte de magia cancelan, queda uno con más hambre y jartera, puede ser que llegue una hora más tarde y cosas así.

Hace poco pedimos un par de rollos de maki, el popular sushi, a un sitio conocido y en una aplicación conocida. Luego caímos en cuenta de que nos encontrábamos en una de las fechas más complicadas: 14 de febrero, San Valentín. Fechas clave de regalos y domicilios como San Valentín, día de la Madre, 25 de diciembre en la madrugada y así, naturalmente se tornan complicadas. Incluso uno ya no dice “el día de la madre los restaurantes se llenan horrible” sino “el día de la madre las aplicaciones se colapsan horrible”. Pasamos de llamadas colapsadas a aplicaciones colapsadas.

El hecho es que pedimos. La hora de entrega pasó de 7:30 a 8:45. A eso de las 9:10 el domiciliario escribió un mensaje diciendo que había problemas y que supuestamente ya casi se lo iban a entregar. A las 9:30 dijo que iba en camino, luego de mandar como soporte unas fotos difusas de una fila de domiciliarios algo malencarados. Me llegó la notificación de que el pedido había llegado, por lo tanto debía bajar a la portería. Cuando bajé no había nadie; llamé dos veces y él contestó diciéndome que ya iba a llegar, que estaba parado en donde decía la dirección. Muchas veces uno piensa lo peor, estafas y demás. Volví a llamar y dijo “oh, qué raro”. Paila, me quedé sin sushi, además ni siquiera era para mí. Se quedaron ellas sin sushi.

Luego llegó corriendo un man con un tapabocas. Era Jaime, un señor sonriente que claramente venía agitado y sudando. Yo ya previamente le había escrito diciéndole “tranquilo, no es culpa tuya, en estas fechas los restaurantes deberían para bien de todos no comprometerse para no arriesgar su prestigio”. Él me brindó una mirada prístina, bella, me dijo que Gracias, que gracias a mí (¿a mí?) él podía llevar comida y sustento a su familia. Me dijo que vivía en Zipaquirá, que estaba en su hora pico, mientras muchos están ocupados en la mañana, él anda en su tope en las noches. Empezó a dedicarme, él a mi, unos minutos, comentándome que había mucha gente que lo trataba mal, pero lo que más me llamó la atención fue lo que me dijo: “yo los entiendo, todos tienen sus problemas, nadie sabe lo que cada uno lleva, claro, solo pido que me vean como un intermediario, que no es culpa mía”. Empezó a hablarme de todo lo bueno, de las buenas calificaciones que tenía en la aplicación, de lo bello de estar vivo, pero también de las peleas que él veía entre domiciliarios para raparse un pedido cuantioso, cómo se degollaban por 10 mil, 8 mil pesos de más.

“Así es la vida amigo, solo le agradezco por cómo usted se portó conmigo esta noche, al verlo puedo notar que es gente de bien” me dijo a mí, luego de una diatriba de unos minutos. Nos dimos la mano, espero encontrármelo nuevamente.

Siempre trato de mirar a la gente. Gente equis que probablemente nunca volveré a ver en mi vida. Todos son una caja de sorpresas, una urna dispuesta a ser abierta. Tal vez si dedicamos los oídos y los ojos, habrá gente ansiosa de compartir su alma.

Así como tal vez ese día Jaime el domiciliario no tenía con quién desahogarse. Tal vez ahora me estoy desahogando yo contigo lector. En este caso, solo por ese día, supe de la enorme calidad de persona de ese señor que llevó unos makis en un día agitado. En un importado día de San Valentín.

Todos tenemos un pasado, una historia qué contar, un cúmulo de ansias y frustraciones. La próxima vez que les llegue un pedido, podría llegar Jaime con su sonrisa. Mándenle saludos.

3 comentarios sobre “Todos podemos ser mensajeros”

  1. Conocemos el tipo de persona cuando vemos como trata a un anciano, a un niño, a un mesero y a un domiciliario.
    Gracias Jorge por darnos una sencilla clase y explicación de lo que es la empatía, algo que le falta a mucha gente para simplemente ser mejor ser humano, gracias Jorge por enfocarte en algo tan sencillo y elemental en estos tiempos como recibir un servicio a domicilio, y sí, un servicio este bien intangible que muchos confunden y lo toman por otro lado, humillando y haciendo de las suyas simplemente por eso, por pagar por un servicio. Un abrazo.

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