Emilia y Patrick en navidad (continuación)

(RECAPITULACIÓN: leer antes de comenzar—
…Sé que es complicado releer capítulos viejos, así que hagamos una recapitulación: Emilia y Patrick se habían cruzado coincidencialmente en el Transmilenio. Emilia es financiera e iba corriendo al colegio de su hija ya que había clausura, típicas clausuras navideñas de media mañana. Él, Patrick, nada qué ver con finanzas, era un sociólogo. Patrick se quedó con una pluma Lamy que ella dejó tirada en el Transmilenio. Una pluma de color verde……)

Emilia tenía 24 años aproximadamente, era lo que se conoce coloquialmente como mamá joven, como si no todas lo fueran. Él tenía ya como 47 años, andaba en su adultez en su máxima expresión, rodeado de sus libros y de sus estudios académicos. Ella, hablando de aplanamiento y del temor de la inflación; él, hablando de Flaubert y de la Ilustración de Steven Pinker.  

-¿Cómo será que le entrego la pluma verde a Emilia? – pensaba Patrick, ese era el diálogo que él se hacía para sus adentros. -Estamos en Navidad, cómo hago para volverla a ver, ya esta historia está muy larga, cortémosla, démosle fin, para bien o para mal. ¿Cómo hago para que los lectores ya vean el desenlace y continúen sus fiestas? Ya sé, ya sé qué hacer- continuaba perorando Patrick, mientras tomaba capuchino con alfajor.

El único bastón al cual él podía aferrarse era el siguiente: el día en el que Emilia fue al colegio de su niña, ella se detuvo en una tienda al frente a comprar rollos de canela. Él la vio comprándolos, por lo cual él supuso que a ella le podía gustar ese tipo de galguerías. 

Se acercó Patrick a esa cafetería, habló con una mesera, le dio un par de indicaciones y se marchó. 

-Mira, gracias, si la ves a ella, es pelinegra, es blanca, tiene rasgos orientales, es parecida a Tzuyu, una cantante de un grupo de k-pop llamado Twice, huele a Issey Miyake, usa botines rojos marca Vélez, es sofisticada, tiene veintitantos años, si la ve, seguro la recordará, ella vino en estos días y llevó como 4 cajas de rollitos de canela, por favor, entréguele esta pluma, dígale que no debe aventurarse uno nunca con la palabra amor, que ese término era ya de por sí comprometedor y acarrea prejuicios, hablemos más bien de gustos, de sonrisas, de estilo, el gusto es estilo, la literatura es estilo, el mundo está dominado por los escritores, los guionistas, los traductores y por los perfumistas, ellos dominan los sentimientos, dígale todo eso, dígale que en el parque donde pasean perros y hay una pequeña cancha de baloncesto, dígale que ahí estaré el jueves 30 antes del fin de año, en ese parque estaré esperándola, que si tiene alguna duda yo estaré ahí con dos magnolios en la mano, dígale que ya, esto hay que cortarlo de raíz- todo esto le dijo Patrick a la mesera de la cafetería. 

Todo explotaría ese día. Probablemente el mundo acabaría ahí, tal vez ese día podría haber un maremágnum, probablemente ella llegaría ese día muy puntual y se besarían, sonreirían y dirían “qué protagonistas de películas nos hemos convertido”, o probablemente ella nunca llegaría y él quedaría triste. Probablemente él se arrepentiría, él de más de cuarenta y pico y ella con más de veinte. Diferencias generacionales. 

Probablemente esto nunca ocurriría. La literatura trae consigo irrefrenables posibilidades. Una de ellas también puede ser que estas son letras incesantemente sacadas a la luz por un cerebro desvaído, infestado de techno y literatura del siglo diecinueve. Probablemente esto sea un ejercicio hipotético de imaginar escenarios, de siempre leer, de siempre querer arañar conocimientos, mientras uno lee otras historias. Probablemente la cultura trate de eso: de expresar y contar algo, solo por el simple hecho de releer y saborearlo, es tener en las dos manos, esas que escriben en este momento, el poder de generar una pequeña sonrisa, un pequeño desazón o un tímido ensueño. Emilia y Patrick son simplemente dos soldados de unas letras subversivas.

Ellos probablemente no existan y probablemente yo tampoco. De pronto son dos personajes de Anime o dos caracteres que navegan en libros diferentes. Pero el puente por el que transitan, es decir la literatura, esa sí que es real.