Momentos estelares y recreos

En mi escrito de la semana pasada estuve reseñando el fenomenal libro de Stefan Zweig, “Momentos estelares de la Humanidad”. Alcancé a mencionarles cinco de catorce hechos. Difícil condensar todo el proceso del Ser Humano en tan pocos eventos. El sexto evento se refiere a Napoleón, de cómo por malas decisiones fue perdiendo poder, en un capítulo llamado “El minuto universal de Waterloo” en 1815.

Continuamos, mi enemigo es el tiempo. El séptimo momento es fantástico: “La elegía de Marienbad”. Narra el momento en el que el gran Goethe, ya sesentón, se enamora de una niñita llamada Ulrike von Levetzow. Precisamente habla de cómo una persona puede ser flechada en el momento menos esperado, aquí les pongo una parte: “En lo más puro del pecho palpita el afán de a un ser más puro, desconocido y extraño entregarse agradecido, con total libertad”. Ella era Ulrike:

Octavo momento: “El descubrimiento de El Dorado”. Se narra la fiebre generada por el oro, con Johann August Super como protagonista. Él termina pobre y atribulado, aun siendo dueño de gran parte de California. Qué pesar.

Desarmando este libro por las costuras, llegamos al noveno momento, no sin antes hacer una pausa y una pregunta. Leía la semana pasada un artículo de Irene Vallejo, la majestuosa autora de El infinito en un junco. Ella plantea un postulado y es el siguiente: “El recreo es el ensayo de nuestra forma de estar en el mundo”. Esto inevitablemente me llevó a los 90s, me transportó a la época en la que fui colegial y claro, traté de imaginarme cómo era yo en los recreos, cómo me comportaba. Yo casi siempre me la pasaba solo, me comía mi pastel de pollo con jugo de maracuyá, tal vez con unas papitas. Siempre me caracterizaba por estar por ahí como solo, sereno, no sé, es difícil escribir sobre uno mismo. No sé si ese ensayo de vida, el recreo, refleje al Yo de ahora. Eso más bien lo podría responder quien me conozca. Pero les hago esa pregunta: imagínense en el recreo, ¿así como actuaban en ese entonces es el reflejo de lo que son ahora?

Habiendo dicho esto, me iré con el noveno momento. Es mágico, es desconcertante: “Momento heroico”, así se llama. Resulta que Dostoievsky, el 22 de diciembre de 1849, estaba condenado a muerte por andar en reuniones intelectuales clandestinas. Imaginen no más de qué tanto hablarían. Él hizo un discurso, estaba asustadísimo, ya sabía que iba a morir, ya lo iban a matar. A última hora llegó un edicto comunicando que el Zar Nicolás I lo acababa de indultar. Qué gran momento. De qué tanto nos hubiéramos perdido si hubiera muerto ahí. Agradezcámosle, por tanto, a Nicolás I por dignarse a salvarle la vida.

Aquí me detengo. Les quedo debiendo cinco eventos más. La próxima semana estarán aquí. Por ahora recuerden lo del recreo. Recuerden su propio momento estelar, recuerden siempre sus vivencias, sin arrepentimientos, solo como quien ve una película, solo como quien lee un libro.

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