Los conciertos y el divertimento

Siempre recuerdo un consejo que me dio alguien, una persona que fue directora de un periódico de amplia circulación nacional; me decía lo siguiente: “es como si tuvieras un grupo de Rock (o “banda” de rock para ser más old school), debes tocar igual si te están viendo tres personas o si estás ante un público gigantesco, en un colegio o en una reunión de exalumnos, igual siempre debes tocar y dar lo mejor”. Así ocurre con un escrito, uno lo debe hacer siempre bien, así lo vayan a leer dos personas. Así pasa con mi escrito, no importa la época siempre trato de dar lo mejor, no importa que lo lean dos personas, la principal persona (o sea el autor en su divertimento al escribirlo) siempre está presente, ese es el que más disfruta.

Escribir es un acto liberador, además de ser un complemento de la lectura (no concibo leer sin escribir, así como no concibo oír música sin mezclarla, siempre debe haber interacción). Hoy mismo leía un ensayo llamado “pluma, lapiz y veneno”. En él mencionan la interesante vida de Thomas Griffiths Wainewright y, palabra más palabras menos, él manifestaba que hay tres cosas que adora: sentarse indolentemente sobre una altura desde la que se domine un bello horizonte; permanecer a la sombra de espesos follajes en un día de sol y gustar de la soledad sabiendo que hay gente cerca. Cuánto me identifico.

Tomé eso de ese ensayo. Por eso voy y me siento por ahí en mi soledad y a la gente le parece extraño; es normal, la gente siempre busca afinidades y conversaciones en grupo, más que todo en momentos como el almuerzo. Yo soy como Wainewright. Desde ahí, desde esa posición, trato de planear los mejores conciertos. La soledad sabiendo que hay gente cerca.

Las lecciones de Steven Pinker

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Bill Gates dice que es el mejor libro que ha leído. Claro, puede que eso no diga nada para algunos, y que haya gustos diferentes, pero por lo menos es un referente de algo. Se llama “En defensa de la Ilustración” del sociólogo Steven Pinker. De ese libro ya he escrito varias veces y esta será la última vez que lo haga, puesto que hay mucha variedad (la vida cultural se bifurca y se multiplica hacia otros temas, cada vez más) y además ya estoy a unas cien hojas de terminarlo, lo cual es poco teniendo en cuenta que son 549 hojas de solo lectura. De pura pulpa. Pero lo que les quiero transmitir sí ténganlo presente.

Él es optimista y digamos que su mensaje es: “nunca hemos estado mejor”. La misión de él es derrumbar mitos. Por ejemplo, creo que todos hemos oído esta frase, la dice siempre alguien instruido en una conversación entre adultos: “claro, Suecia tiene la mayor tasa de suicidios debido precisamente a que se aburren mucho y tienen todo perfecto”. Él, con datos e historia, derrumba eso, eso es falso.

O por ejemplo cuando dicen que las redes sociales propician la envidia, debido a que por ejemplo alguien muestra su carro nuevo entonces eso le crea infelicidad a quien se graduó en el mismo año y no tiene carro. Al contrario, se ha comprobado que las redes sociales han creado más sentimientos de empatía cuando alguien sufre algo malo que envidia cuando alguien recibe algo bueno. No creamos tantas cosas: la Humanidad sí está cada vez mejor.

Y sí, claramente la frase de Bill Gates crea un sesgo, y todo el mundo dirá “uy sí, yo opino lo mismo”. Pero en verdad, le he sacado mucho jugo a este libro y me parece excelente, quienes me conocen lo saben de primera mano. Él dice que “surge una anécdota, por lo tanto surge ya una tendencia y por consiguiente una crisis”. Mi mensaje y lo que les quiero transmitir es: No se dejen llevar por los temores o por las emociones mediáticas. Esas son las que crean las guerras, las explosiones, los chismes, los suicidios colectivos y los temores. Sí, Steven, nos queda mundo para rato.

Navidades

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Es inevitable: la Navidad trae una nostalgia implícita más que tristeza. Me gusta la nostalgia y la melancolía. La Navidad tiene algo de añoranza, soy más del bando de los que opinan que es más de nostalgia que de total felicidad y de mil fiestas. La Navidad es para mí, más algo como de contemplación, de calma. Así pasan los días y ya es veinticuatro. Les mando un abrazo y claramente les deseo una noche espectacular hoy y una mañana de veinticinco también hermosa. Hay quienes dan regalos en la noche o al otro día en la mañana, no importa cuándo, depende de cada tradición y de cómo el niño Dios haya hecho sus asignaciones respectivas en su Excel.

No daré spóilers sobre el niño Dios, ni sobre Papá Noel. No daré spóilers, aquí hay público de todas las edades, desde quienes ven a Lily Collins como la hija de Phil Collins y quienes ven a Phil Collins como el papá de Lily Collins. Hay mucha edades aquí en mis lectores: quienes ven a Eva Luna (¿quién es esa niñita?) como la hija de Ricardo Montaner y quienes ven a Ricardo Montaner (¿quién es ese señor?) como el desconocido papá de Eva Luna. A todos Feliz Navidad. Al set de Dark, Fröhliche Weihnachten.

Siempre va a haber problemas de todo tipo: familiares, conyugales, financieros, tramitológicos, de todo. Sin embargo, eso hace parte de esto tan complejo y a la vez tan sencillo que se llama Vida. Todos los problemas se borran con un beso y con decir Te Amo. Todo lo demás es superficial.

Feliz Navidad.

Fiestas corporativas versión 2019

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Hay un clásico de los clásicos: escribir sobre las fiestas corporativas. Todos los años lo publico, quienes me leen desde hace rato pensarán que yo otra vez con lo mismo, pero lo bueno del asunto es que hay siempre muchos nuevos lectores y también siempre hay aspectos para agregar. Ocurre que hoy viernes es mi fiesta corporativa, siempre es un gran momento para uno saludar a la niña de planeación que casi uno no ve, de saludar al abogado de la otra sede que por vicisitudes de la rutina nunca puede uno encontrárselo. Es inevitable hablar de tan magno evento, es inevitable no soltar una sonrisa. Es mejor, además, hablar de este tema en vez de leyes y de cosas financieras que se aprueban en la madrugada, así como las alboradas, las novenas a las cinco de la mañana. Son las cinco, firmemos, vayámonos ya que tengo una novena y se enfrían los buñuelos.

Hay una canción que creo solo oigo una vez al año. Se llama “A dormir juntitos” de Eddy Herrera. Suena una vez al año, y si suena es porque estoy en la fiesta corporativa, hoy la oiré, pónganle la firma. También sonará Mayonesa, Aserejé, Macarena, salsa choke, i gotta feeling de black eyed peas (que la gente la parafrasea con “hagan la fila”), titanium, despacito, Sufre Mamón y Me vale (la de Maná). Hago mención especial al YMCA hecho con los brazos.

“Ay porque estamos, durmiendo solos, y si nos seguimos queriendooo.. si nos seguimos amando no dejamos aal lado el orgullo al volvernos….”. Suenan los booms. En verdad me encanta estos momentos, es la mejor manera de integrar a la gente: la música y el baile, eso han hecho siempre las tribus. No creo que haya mejor manera, hablar tal vez no. Las fiestas son muy necesarias: así conocí a mi Valentine, así probablemente conocieron a su amado, amada, a su cuento, entuque, novia o clandestino. Felices navidades. y Aserejé e deje dejebe….

Nostalgia y caducidad ante tiempos futuros

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La nostalgia es necesaria, mucho más en estas épocas. De hecho, a menudo he visto videos y memes refiriéndose a que, por ejemplo, antes los niños jugaban en bicicleta, timbraban en las casas y salían a correr (rin rin corre corre) pero ahora no, porque los apartamentos son más pequeños y ya no montan bici sino que están siempre pegados a algo llamado “tablets”.

Trato de imaginar hace varios siglos a los abuelos de esa época diciendo “qué tristeza, ya los niños no salen a caminar sino que andan con unos juegos rarísimos llamados Jazz y balero. ¿qué interesante le ven a intentar enchoclar algo en un palo con una cuerda? esta juventud de hoy en día sí no”. Quienes eran abuelitos en los años 60 les parecía un exabrupto los tales Beatles y no entendían cómo alguien podía ver una caja con películas de marcianos (televisión en blanco y negro).

Por lo tanto, creo que la nostalgia es necesaria pero también es cierto que los tiempos cambian y deben cambiar. Ahora los niños ven todo moderno y normal, pero puedo asegurar totalmente que dentro de 60 años, cuando ellos sean abuelos, sus nietos les van a preguntar “oye, abuelito, ¿ustedes tenían celular? ¿cómo así, no venía integrado al brazo? ¡qué raro!” y supongo que esos abuelitos de esa época estarán poniendo memes (o lo que sea en ese momento) diciendo algo como “nuestra infancia era muy diferente, veíamos series en netflix, poníamos videos en tik-tok, poníamos historias en instagram y snapchat con filtros, no como ahora que solo piensan en volar y en teletransportarse”, qué sé yo. (A propósito, este estribillo “qué sé yo” lo uso como estribillo, no quiere decir que esté manifestando que no sé. Solo aclaro, decir esto en clases o en cualquier otro ámbito no implica “no saber”).

Sí, los tiempos cambian. Así como decía la otra vez, no importa niñas quinceañeras cuánto se esfuercen, les puedo asegurar que cuando vean la foto dentro de quince años dirán “no, qué pena, qué horrible mi pinta”.

Lo que es moderno siempre pasa a ser caduco. Es la esencia de la modernidad. Niños, no se crean modernos; abuelos, no se crean caducos. Todo es un ciclo.

San Lorenzo, cartas de amor, queso y Monterrey

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“Dios sabe que nunca busqué en tí nada más que a ti mismo”. Con esta frase de Eloísa a Abelardo comienzo la dosis de cultura diaria. Esto hace parte de una triste carta que ella le escribió ya estando separados a la fuerza. Vaya tristeza que se produce cuando alguien no puede estar con quien quiere. Ahora viajemos del siglo doce (XII, ayer escribí con una X de más, mil disculpas) hasta la actualidad. Amo lo extremadamente antiguo y lo extremadamente moderno, por eso es que mis libros incluyen lo recién salido del horno, conviviendo con los empolvados clásicos.

Ayer hubo una buena jornada en la que dí unas capacitaciones financieras, de las cuales siempre saco la misma conclusión: cuando alguien hace una pregunta me dan ganas de darle un abrazo. No hay mayor gesto de arrojo, de valentía, de sed por el aprendizaje, que alzar la mano. No preguntar, aun queriendo preguntar, genera procedimientos inconclusos. Nadie más valiente que quien levanta la mano. Claro: un procedimiento no se aprende en un solo día, precisamente todo se va aprendiendo y desaprendiendo con los años. Ambos procesos igual de importantes.

Durante la media tarde, pude apreciar el hermoso paisaje que abruma la mirada desde allá arriba en la Universidad de Los Andes, luego de reuniones interesantes. Y al final de la jornada, en un restaurante llamado San Lorenzo, la tarde murió dándole espacio a la noche con sus novenas, con su lucidez. En dicha cena corporativa, cena de fin de año, les contaré en qué consistió mi asignación gastronómica para que se antojen: se llamaba Pollo Monterrey, una cama de tortilla de harina con queso gratinado, pollo a la plancha y pico de gallo.

Fui partiendo la costra del queso poco a poco, así como un escultor iba moldeando su marfil, su porcelana. Yo iba rompiendo la estructura y el pico de gallo, con su dosis perfecta de limón, se mezclaba con el filete de pollo. Delicioso. Si lo piden (el plato), sé que se acordarán de mí. Así como se acuerdan cuando leen a Nabokov, o a Kawakami o a Dickens.

Estos son los detalles hermosos.

Abelardo, Eloísa y la Edad Media

Siempre que leo algún libro trato de meterme en su contexto. Entonces diría yo que entre más actual es el libro más fácil es imaginarlo. Divaguemos: cuando leí Breakfast at Tiffany’s o Sexus de Henry Miller, era más o menos plausible imaginar la Nueva York de los 50s. Cuando leí el gran Gatsby, imaginar la Estados Unidos de principios de siglo que pasaba de ser rural a urbana. Casi muero cuando leí “Tú que deliras”, en la que hablan de la Bogotá de 1930, época en la que existió la hermosa Carolina Cárdenas, imaginaba las chicherías del barrio Santa Fe, La Macarena e imaginaba La Calleja y Cedritos como amplias fincas lejanas. De hecho, el barrio La Carolina, por Unicentro, se llama así por ella, por la hermosa Carolina Cárdenas. Creo que Carolina es la mujer más hermosa de la historia bogotana (mis niñas no son bogotanas así que las excluyo del análisis).

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Sin embargo, leer libros más antiguos va haciendo la contextualización cada vez más difícil. Imaginar el olor de las calles empedradas en Les Misérables ya es más complejo; hasta llegar a lo que estoy leyendo ahora: Abelardo y Eloísa, un drama del siglo XXII, plena Edad Media, pleno oscurantismo y caza de brujas. Me aterra que aspectos de ese siglo se sigan aplicando ahora. Vengan les cuento más o menos cómo es, sin mucho spóiler: Abelardo es un filósofo y profesor, el más reconocido, y se enamora de su alumna, Eloísa. Ocurren cosas luego, la sociedad era muy mojigata. ¿Lo es aun?

¿Cómo sería la Edad Media? Ahí hablan de dos cosas: Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y Cuadrivium (geometría, aritmética, astronomía y música). O eras del uno o eras del otro bando. La ropa era básica, la música también, no había divisas ni intercambio, ni paridades, ni deuda pública, o no estaba delimitada más bien.

No había Tes ni títulos pero sí (eso sí) bastantes convexidades y concavidades. Que lo diga Abelardo y Eloísa.

Novenas, Star Wars y Frozen

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Son aproximadamente las 10 de la mañana del 16 de diciembre de 2019. Veo la pantalla del SEN, uno de los softwares por medio de los cuales se compran y venden títulos, ya llevamos dos horas y lo único operado son dos referencias. Es muy poco, es prácticamente nada. Veo que hay operados julios del 2024 al 5.32% (mis amigos no financieros me saludan y me dicen ¿qué más de los “yulveinticuatro” viejo kemistry?, yo los abrazo y les hago un guiño) y títulos de UVR de 2023 al 1.498%. Veo calma, veo una naturaleza en calma así como estaba la naturaleza al inicio de Frozen 2. Por fin me la vi, amo a Elsa, amo sus vestidos, su elegancia, su candor y su halo frío, gris pero también cálido en su corazón. Me la vi, finalmente, con palomitas de maíz siendo escarbadas y acabadas apenas al inicio de la película. Nunca en la historia un paquete de palomitas (crispetas para los old skool) ha durado hasta la mitad, menos ahí sí que nunca ha durado hasta el final. La insoportable levedad del maíz pira.

Hay opiniones encontradas: sobre si es mejor la 1 o la 2 de Frozen. No lo sé, lo que sé es que me causó tal vez más emoción la 1, pero para poder establecer un buen parangón, hay que verse las dos de seguido. Ay, las sagas, ahora viene Star Wars. Y aquí haré una confesión: nunca he sido un purista pero siempre me han parecido muy buenas las tres primeras (4,5 y 6). Luego sacaron las tres segundas (1,2 y 3) y hasta ahí fue la locura. El episodio 3, en el que ya se consolida Darth Vader (“dark” vader como dijo alguien por ahí la otra vez en Popayán) ha sido lo más épico de la vida. Ahí fue el clímax. Luego vinieron unos spin-offs, luego episodio 7 y normal, agradable todo. Me invitaban a las premieres y tampoco duraban las palomitas. Pero no sé, mi mente se empezó a saturar y, como no soy purista, tal vez no valoré las otras generaciones, no sé. Me dio pereza la 7 y la 8 ni me la vi. Ahora llega la 9, el episodio final (aparentemente, recordemos que Roberto Carlos lleva diciendo que este sí es su concierto final).

Sin embargo esta vez sí estoy súper positivo. Creo que va a ser un final épico, además ver a Yoda bebé, la locura. Vamos a ver qué ocurre. El cine es tal vez el arte del cual soy más ingrato, lo amo pero lo olvido, es como esos primos y amigos que uno adora, con los que uno tiene mil recuerdos, pero que por cosas de la vida ya no los telefonea. Pero el amor sigue ahí.

En navidad más. Y hoy por favor recen la novena y ámense.

Ciudades imaginadas

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“Hemos convertido las ciudades en bibliotecas imaginarias de los muertos locuaces”. Cuánta verdad hay ahí; cada vez más compruebo que las ciudades son las más grandes creaciones colectivas, claramente dejando de lado los credos de todo tipo. Bogotá, Nueva York, Londres, son creaciones de la gente. Casi todos son mito, hipérboles y exacerbaciones sobre sitios, calles y comidas. Nada a lo que menos debamos confiar que a una opinión generalizada. Pero es que la imaginación es muy importante, de hecho Simone Weil, una filósofa que mencionaron en el libro de Siri Hustvedt, decía que la imaginación y la ficción suman más de tres cuartas partes de nuestra vida real. Eso debe ser en promedio, tal vez en mi caso sea un poco más.

La sociedad debe vivir de formaciones colectivas, esa es la explicación. Uno imagina la Nueva York de Woody Allen, la de James Baldwin, la de Seinfeld y todas son diferentes. La Dublin de Ulises, esa que plasmó James Joyce en un solo día. Todo son creaciones. Cuando conocí Nueva York, me dijeron que el mejor sitio de pizza era Lombardi’s, en el mítico barrio Soho, cuya calle Spring Street está muy mencionada, nuevamente, en “Recuerdos del futuro” de Siri Hustvedt. Todo está conectado. Entonces fui, hice fila de dos horas (un poco menos que las de Wok o Crepes) y obviamente era rica, pero normal, todo era un mito colectivo. Es curioso, me encantaría hacer ese experimento y a quienes adoran ese sitio atenderlos y servirles otra pizza para ver si se dan cuenta de la diferencia. Luego volví a NY 7 años después, pasé por ahí por Lombardi’s nuevamente, decidí ir a Ben’s pizza, casi al frente, y me gustó mucho más. La vida se vale de los mitos urbanos.

En todas hay basura, gente linda y gente fea, en todas puede haber amor, todas son normales, es más lo que ha creado el imaginario popular. El último sitio con el que les puedo comprobar cómo todo es creación de la gente es una pastelería famosísima llamada Carlo’s Bakery. Hicimos fila, tal cual, y pedí un cupcake (no hablemos de precio, en este momento no definiré qué es caro o qué es barato) obviamente delicioso pero muy normal. La gente cerraba los ojos y se tomaba fotos ahí con el hashtag #estoyencarlo’s. Estoy seguro que el 95% de la gente asumió para sí misma que era el mejor sitio entonces se autofabricó la impresión de que era lo más rico que había probado. Puras creaciones colectivas. Mi hija hace poco fue a una fiesta e hicieron unos cupcakes mucho más deliciosos, mil veces más ricos además hechos por esa muñeca.

Que el pan de chocolate de Brot, que el pan de almendras de Masa, que los brownies de tal lado, que la mejor sopa la hacía el nazi de la sopa de Seinfeld, que no hay mejor atmósfera que en Boho, o en Piccadilly Circus. No hay ni mejores ni peores, todo son creaciones. Más bien aquí sigo leyendo, ahí sí es verdad que no hay nada mejor que lo imaginado e interpretado por uno mismo. El ser y la individualidad siempre ganan.

En París fui al cementerio de Pierre Lachaise porque quería ver la tumba de Edith Piaf y de Oscar Wilde. Había visto en fotos a mucha gente poniéndole flores a la Piaf y a Theo Sarapo, y marcando la urna de cristal de Wilde con besos. Ese es el imaginario. Lo que me tocó fue un ambiente bastante frío, un gato negro, un anciano al lado mío y bastante frío mientras bebía una gaseosa. Eso sí fue algo real.

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La libra esterlina y Flaubert

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“El pasado es frágil, tan frágil como los huesos con los años”. Reproduzco esta frase que leí en uno de los tantos libros que reposan en mi haber. No importa cuál. Esa fragilidad, de tiempo y de sentimientos, se ve más latente ahora en diciembre, época que conlleva indefectiblemente una carga de nostalgia. El mismo sonido de los villancicos y la cadencia intermitente de las luces del árbol de navidad ya inmediatamente le trae a cada persona sus propios recuerdos. Nada más íntimo que los recuerdos, cada quien sabe qué le llega al corazón. Y eso no se puede, ni se debe, compartir.

El mercado financiero ha bajado hoy en su intensidad. Si bien los precios han subido, el volumen es un poco más bajo. La gente ya tiene expectativas para el otro año, ayer en Estados Unidos dejaron las tasas de interés quietas y se esperan pocas sorpresas. Por ahí veo en los titulares que hay unos juicios contra Trump, titulares que no leo y paso por alto. Veo más titulares de descontentos y de los inmarcesibles hechos políticos, los cuales también paso por alto. Veo un dólar a 3.365 pesos y veo calma. Vi también que la Libra Esterlina bajó a 1.3131 dólares, debido a los también inmarcesibles vaivenes de sus bréxits y de sus propios problemas. Los problemas propios de Bristol y de los cockneys.

Ten cuidado con la tristeza porque es un vicio, dice Gustave Flaubert. Yo le respondo que la tristeza es necesaria. Lo que no es necesario nunca es la adulación, en ningún ámbito es aceptable. Reproduzco algo que dice Vladimir Nabokov: “pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño”. Cuánto me identifico.

Hola Vladimir. Hola yo. Hola Libra esterlina.

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