señora me ayuda?

Ayer salí con un saco de capucha gris, de esos que denominan “hoodies”, encima unos audífonos Pioneer gigantes y un mechón de mi pelo azul salía por un costado de mi cara. Iba oyendo una cantante sueca que me encanta, Alice Boman. Si quieren oigan “Be mine”, el Jaakko Eino Kalevi remix. Esta canción y muchas otras súper indie las descubrí en la banda sonora de Dickinson, una serie que acabo de acabar en Apple+, sobre la vida de la poeta (¿poetisa?) Emily Dickinson. Básicamente amo a Emily Dickinson y a quien la interpreta: Hailee Steinfeld. Iba por ahí, creyéndome Emily Dickinson, pateando piedras, paseando a mi perrito Yorkshire Terrier., mirando mis botas azules. Música a todo volumen, nada a mi exterior importaba (importa).

Vi que alguien me hacía señas. ¿Sí sería a mí? Yo tengo una especie de trauma, porque una vez cuando tenía 14 años estaba con una gente y pasó alguien saludando en un carro rápido, yo pensé que era para mí el saludo, efectivamente saludé y pues el saludo era para alguien que estaba detrás de mí. Claramente se burlaron. Así que cuando alguien hace señas para saludarme lo pienso dos, tres, cuatro veces antes de actuar. Pero bueno, soy un niño de 8 años, nadie me conoce así que si me hacía señas un señor de 70 años y otra señora de unos cuantos años menos, sería para algo. Èl dijo: “Señora, ¿me podría ayudar?”. Yo les pregunté si era para mí, señalándome a mí mismo y alzando la ceja. El señor dijo que sí. “Señora, ¿me podría ayudar?”, repitió. Me dio risa. Le puse pausa a Alice Boman porque no entendía nada, siempre me abstraigo cuando voy en mi mundo. 

“Sí, claro, ¿qué necesitas?”, dije acercándomele a él, poniendo voz gruesa. Él me ofreció disculpas, pensando que yo era una señora. ¿Me habrá confundido con Emily Dickinson? El hecho es que este señor andaba caminando cojo, recién operado, estaba malo de la rodilla, tenía una especie de bastón y al salir del parqueadero habían puesto un carro demasiado pegado al de él, así que no podía entrar por la puerta del conductor sino que tocaba entrar por la del copiloto. Claramente él no podía hacer eso. Yo me sentí como un superhéroe, le dije que claro, que me tuviera a mi perrito, me metí por el lado del copiloto, llegué al puesto del piloto, puse reversa, salí y ya él pudo entrar perfecto. Me agradeció muchísimo, casi llora porque se sentía muy mal por estar impedido.

Y lo sencillo que fue. Y lo difícil que para él era. Todos podemos ser héroes algún día. Él me volvió a ofrecer disculpas al despedirse. Le dije que no tenía nada de qué disculparse. Todos los artistas, en últimas, tienen algo de mujer, de hombre y de niño. Y pelo azul también.

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