Oda a ella

Estaba haciendo mercado hace un par de días y te vi. Había salido a caminar, tenía mis zapatos Osiris espaciales, negros y de suela blanca, los mejores; llevé mis audífonos gigantes, qué cuento de airpods o demás adminículos pequeños, mi experiencia musical tiene que darse con audífonos gigantes Pioneer. Es lo visual, es la moda llevada al sonido.

Iba oyendo a Honey Dijon, un mix que tengo por ahí de ella, llevaba dos bolsas reutilizables, luego oí algo del hermoso indie pop de Cults y entré al sitio donde venden frutas y verduras. Llevaba un libro que ya anoche acababa de leer, luego de haber empezado otro. Kawakami conviviendo con Héctor Abad, con Virginia Woolf, con un libro inédito de Henry David Thoreau y con la revista Vogue. Acababa de comprar un capuchino en una panadería cercana; caminaba y pensaba en tanta gente que no se detiene a pensar. Hay gente que solo habla y actúa, que no se detiene a mirarse las uñas, a mirar el guijarro que acaban de patear inconscientemente.

Pensaba sobre ser diferente. Lo bueno y lo malo que eso implica. Navegar en el mundo con la autenticidad a cuestas.

Entré y te vi. Pensaba en mis cuadernos, donde apunto mis frases, pego calcomanías y apunto memorias. Pensé en The Rain, la serie europea megaextraña que empecé a recorrer, pensé en la ficción de The Umbrella Academy y en lo medieval de Cursed. Volví a pensar en Virginia y en un ensayo que hizo sobre el cine, en 1920, cuando era la gran novedad. Claro, contextualicemos, debía haber sido muy extraño para uno darse cuenta que en un sitio cerrado se podía proyectar una serie de movimientos en una pared. El cine como novedad, el cine como algo que ahora, en épocas tan modernas, está temporalmente extinguido, como los DJ sets.

Entonces la vi. Era una fresa roja, perfecta, con sus huequitos en sus mejillas, en todo su cuerpo. Con su cresta verde, deliciosa, pensé en que era la fruta más perfecta que podía existir. Luego me dijeron que la fresa era el símbolo de la diosa Venus, que Madame Tallien, de la corte de Napoleón, trataba de aumentar su belleza bañándose en zumo de fresas. Luego supe que es una fruta muy alérgica. a Venus le habría dado alergia tal vez. No lo sé, nunca lo sabré.

Llevé varias fresas. Las llevé en mi bolsa y les tomé muchas fotos, las abracé y me continué maravillando. Les conté un par de secretos, ellas con su elegancia, con su tez rubicunda y su pelo verde, me oían. Era la belleza. Ellas también son diferentes.

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