Una fiesta inolvidable

Así fue todo…… vengan les cuento

 Me cogió la mano y me llevó. Caminamos varios pasadizos y ahí estaba yo, cogido de la mano de ella. O de él. No importaba el género. Rilakkuma no tiene género, es lo de menos el género en este caso. Me cogía de la mano y me pidió el favor que estuviera haciéndole compañía. Llegué a una mesa y había papitas de Mc Donald’s, salsa de tomate, palomitas y chocolates. Rilakkuma me dijo: -siéntente cómodo, espérame voy aquí al otro lado y ya vengo- , yo le di un abrazo y me quedé ahí solo. 

Me despisté un rato pero volví al momento, al famoso “embrace the moment”, cuando oí a Olafo quejándose porque la comida que pidió estaba muy cara. Estaba muy gruñón, así que fui a saludarlo, ya luego andaba yo muy bien acompañado de Calvin. Pero no del Calvin normal, despeinado y rebelde; era un Calvin peinado, con aires de filósofo, que se hacía llamar Calvin El Grandioso. 

Sonaba una música espectacular. La DJ, quien por cierto se llamaba Nicolle, una niña de pelo teñido de azul, cogido hacia la parte posterior de la coronilla, una niña que tenía una chaqueta plateada y uñas negras, mezclaba en ese momento una canción de Stay-C, un grupo de k-pop, con una de Twice. Sonaba “So bad” de Stay-C, como les digo, con “What is love” de Twice, por si quieren ir a ponerlas en sus dispositivos e impregnarse de la atmósfera tan desbordante y trepidante. 

Miraba los platos servidos y me acordé de la descripción que sobre el matrimonio de Emma y Carlos hizo Gustave Flaubert en la magnánima obra Madame Bovary. Miré a la derecha y Olafo discutía con Justo y Franco, ya que estos dos señores habían prodigado galanterías a una muñequita LOL, quien era el amor de mi vida.

Recordé que en Madame Bovary hablaban de solomillos, pollos pepitoria, sidra y guirlaches. Aquí solo había chocolates, helado de fresa, paletas de cereza y quesos en forma de ositos. Llegó Rilakkuma y me presentó a Molang. No le entendía nada, era un dialecto agudo entre inglés y francés, entendía yo mejor el japonés de Rilakkuma. Kokoro. Sonó luego “Forever young” de Blackpink y fuimos a bailar los tres. Se unieron dos muñequitas LOL, una era más pequeña que la otra, la una tenía una pinta punk, con camiseta de AC-DC y la otra tenía visos como de la Francia de los años 60s, Concidencialmente sonó L’amour c’est comme les bateaux de Sylvie Vartan y todos nos abrazamos. 

Me fui un rato a la terraza a leer un poema de Emily Dickinson. Me acompañaron Calvin y Totoro. Llegó Pepín, mi perrito, mi hijito, luego de estar jugando frisbee con Hobbes, el amigo de Calvin, y con Cristo, un perrito Yorkie marrón del tamaño del dedo gordo del pie. Estaban sudando, así que fueron a tomar agua ipso facto. Seguí viendo yo similitudes con la fiesta de Madame Bovary pero me las callé para mí mismo. Llegó luego todo el clan de Snoopy y Charlie. 

– Te amo, Rilakkuma- le dije yo y lo abracé. O la abracé. Nos abrazamos y fue mágico. Volaban unicornios.

Recordaba que la vida es lo que uno quiera hacer de ella. Por lo tanto, en ese orden de ideas, los habitantes del mundo propio, los ciudadanos de mi planeta interior, podían ser ellos, podían incluso ser más interesantes y tener más color. Todo empezó a desvanecerse poco a poco. Eran las 6:20, debía hacer café y levantarla a ella para que se bañara y fuera al colegio.

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