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Trader, melómano, economista, lector y escritor....

El mundo de ayer

Hace unos cuantos días acabé de leer El Mundo de Ayer, novela autobiográfica escrita por Stefan Zweig. Este gran escritor, quien nació en 1881 y se suicidó en 1942, era un judío, nacido en Viena, diletante total de las letras, del conocimiento, y este libro representa todo lo que él vivió desde que era joven hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial. De plano ya intuimos todo lo que sufrió al ir viendo el desmoronamiento de esa Europa tranquila y culta que vio en su juventud. Esa Europa en la que era usual debatir ideas sin miedo a la ignominia, en la cual florecía arte en todas las esquinas, ese continente lleno de ópera, esa ciudad (más exactamente) donde paseaba por la calle Beethoven y donde, como él escribía, “una pobre viejecita se nos antojaba un ser sobrenatural, solo porque era bisnieta de Franz Schubert”. Qué belleza, qué sobrecogedoras todas sus páginas, además sin capítulos, sin hojarasca, sin excesos. Literatura puntual y exacta, todo lo contrario del libro “La Autopista Lincoln”, que también voy leyendo, este sí enmarcado dentro de la excesiva narrativa, con demasiados espacios y diálogos innecesarios (hasta ahora, apenas voy por la mitad).

Volvamos a El Mundo de ayer: como decía, era todo tranquilo, su sitio de reunión era el Café Vienés, había una constante emulación de sensaciones. Este señor empieza a frecuentar bibliotecas, empieza a fascinarse por los libros ingleses, franceses, rusos, lee a Dostoievski, a Balzac, y al ver tanta riqueza decide irse a descubrir su propia visión del mundo. Describe a la perfección la sociedad francesa, también la sociedad inglesa, la idiosincrasia alemana, aparentemente similares pero, bajo su juicio, bastante disímiles.

Él va narrando todo con una maestría excepcional. Luego, estando tranquilo en Baden, recibe, a viva voz por alguien en la calle, la noticia del asesinato de Franz Ferdinand en Sarajevo en 1914, evento que desencadenaría el surgimiento de la I Guerra Mundial. Franz Ferdinand, o Francisco Fernando de Austria, era el heredero del Imperio Austrohúngaro, entonces al asesinarlo empieza todo a resquebrajarse. Stefan Zweig narra todo, va contando cómo todo va cambiando y bueno, es obvio manifestarles que aquí simplemente hay un porcentaje mínimo de todo lo hermoso de sus letras.

Más que los hechos, importa mucho las opiniones que de ahí extraje. Stefan consideraba que, entre más amigo de alguien, entre más admiraba a alguien, en cierta forma más se alejaba, ya que cuanto más estimaba a alguien, tanto más respetaba su tiempo. Qué belleza. Además, él siempre fijaba un límite a toda cordialidad particular. ¿para qué adular? ¿para qué figurar? El tiempo para sí es muy valioso, para qué llenarlo de ruido.

En muchas profesiones importa el afán. El cumplir objetivos, el siempre estar a la vanguardia, el correr. Zweig decía que la literatura es una profesión hermosa, porque para ella la prisa resulta superflua. Todo era hermoso antes de la Guerra, el cielo refulgía en Berlín, en todos lados. Una sola llamada, una orden, mandaría todo al traste.

Una libertad interior sin jactancia, eso es lo que lo definía. Me llamó mucho la atención una frase que él dijo a la luz del asesinato de Franz Ferdinand, algo que él dijo en pleno alboroto, nadie sabía qué iba a pasar: “¡Tonterías! que me cuelguen de este farol si los alemanes marchan sobre Bélgica”. Luego un par de líneas más abajo escribió: “Hoy debo agradecer a mis amigos belgas que más tarde no me hayan exigido el cumplimento de mi palabra”. Este comentario refleja todo: nadie, nadie imaginaba que Alemania invadiría, nadie en los corrillos de los cafés, en plenas calles , veía posible el advenimiento de una guerra. Y solo estoy hablando de la primera. Imaginen no más todo lo que vendría después.

Era insensata una posibilidad bélica.

Dan ganas de llorar ante tantos hechos que vendrían después. Acaba la Primera Guerra, sigue la posguerra, siguen los locos años 20s, sigue el surgimiento del nacional socialismo, sigue luego todo su destierro. Zweig termina yendo a Brasil, impresionado por esa bella energía que emanaba de una no contaminada América del Sur, había visitado Argentina también. Y bueno, en Petrópolis, Brasil, fallece.

Leí muchas cosas bellas. Contaba que la gente se invitaba mutuamente a fiestas de smoking y frac, sin sospechar que pronto vestirían el uniforme de presos de los campos de concentración.

“Pero cualquier sombra es, en última instancia, sin embargo, hija también de la luz. Y sólo el que ha experimentado eventos claros y oscuros, la guerra y la paz, el ascenso y el descenso, sólo ese ha vivido en verdad”.

Así termina. No hay nada más qué decir.

CURIOSIDADES ECONÓMICAS DE ANTAÑO

En un periódico, la sección que más tiene futuro es la de “Hace cien años”. Repito, es la que más tiene futuro ya que si los periódicos acabaran hoy, si el mundo acabara hoy, pues habría material por cien años más. Nada más innovador y progresivo que lo antiguo, nada nos proyecta más.

Revisando lo que publican ahí encuentro siempre bastantes joyas. Por ejemplo, en la Alemania maltrecha y denostada de 1923 (como digo, hace cien años), su moneda el Marco estaba tan devaluada que ya no constituía un medio de pago, sino que algunos servicios eran medidos por la cantidad de huevos que se debían entregar por ellos. El famoso trueque. Literalmente, en Ochsenfurt, municipio de Baviera, la afeitada costaba dos huevos, el corte de pelo cuatro huevos y el lavado de cabeza tres huevos. Ya imaginarán ustedes, con alguna sonrisa pícara entre líneas, cómo sería el método de pago, o más bien cuántos huevos implicaría algún servicio más intimo. Piensen en alguna analogía (¿huevos?). No más imagino a los pobres germanos presionando a sus gallinas para proporcionarles el método de pago para nivelar a ras las patillas o la sotabarba.

Me queda una pregunta: ¿Serían entonces las gallinas las entidades emisoras de ese entonces? ¿Entrarían en pugna con el Banco Central, al ser partícipes indirectamente de la política monetaria? Tal vez ese método de pago haya sido el que cansó al pueblo, tal vez esa fue la gota que rebosó la copa en el fortalecimiento del Nacional Socialismo. En fin.

Luego, revisando más curiosidades, ya no de hace cien sino de hace 25 años, vi cómo se iba presentando una novedad, algo revolucionario, en el mercado colombiano: los hipermercados. En 1997 mostraban cómo los consumidores no iban ya a las tiendas de barrio: el 82% iban a super o hipermercados (en últimas, ¿quién delimita esa diferencia?). Qué jartera ir a la tienda de barrio, más bien vamos a Makro o a Carrefour o al Exito, más chévere, diría la gente. Vemos cómo esa tendencia poco a poco se fue revirtiendo, ahora mucha gente prefiere ir a su tienda pequeña a dos cuadras de la casa, a los famosos fruver, donde se consigue todo cerca, fresco y además se apoya al veci. Tendencias que van cambiando, mentalidades que no pueden ni deben ser estáticas. En vez de estático, prefiero ser extático.

Leía por ahí también que en 1923 el gobierno suizo estaba muy preocupado por el alcoholismo. Incluso hicieron un plebiscito sobre el proyecto de ley anti-alcoholismo, ya que estudios mostraban cómo el pueblo gastaba más en licor que en pan y leche. ¿En Suiza? ¿Un país que relacionamos con sanos hábitos, chocolates, Nestlé y relojes? Pues bastante que libaban sus licores en ese entonces. Le pegaban al drink al ciento. La economía básica, sus consumos y tendencias, cambian conforme cambia la situación sociopolítica.

Por último, en un bello libro de Amor Towles (se llama así, pronúncienlo “eimor”), llamado La Autopista Lincoln, hubo algo que me llamó la atención. Dos de los cuatro protagonistas debían viajar a Nueva York. Estamos situados en los años 50, naturalmente los trenes eran el método de transporte público interestatal más usado, entonces un mendigo les recomienda el Empire Special, que pasa a la 1:50pm, solo hace 6 paradas y se demora tan solo 20 horas desde San Francisco. Hasta ahí normal, pero luego viene esta joya: el mendigo dice que, si bien es la mejor opción, no la recomienda para nada, ya que en la parada de Chicago llenan el tren con bonos al portador que van directos a Wall Street.

El mendigo advierte que ahí viajan cuatro vigilantes armados, volviendo la experiencia un poco traumática. Alto ahí. Imaginen tan solo cómo sería el cuadro: un poco de policías llevando bonos, puros bonos, imaginen cuántas transacciones se harían en ese momento, cuántos se perderían, cuánto riesgo. ¿Qué diría aquí el departamento de riesgo operativo? Ahora todo es sistematizado, pero pues imaginen en ese momento los bonistas, los banqueros, esperando impacientemente, con tabaco en mano, la llegada del Empire Special para hacer sus transacciones, para pegarle al bid, al offer, el endoso. ¡Míos todos esos papeles que vienen de Chicago, papá! mientras oían su rock and roll y andaban en sus automóviles Studebaker Land Cruiser.

Qué bello leer y qué bello compartir. Las joyas están ahí, nadando calladas entre millones de letras, en medio de noticias y papeles, esperando que un joyero las esculpa.

ANIVERSARIO DE TRONOS

Tenía una gran empresa a mis espaldas, casi una utopía, una gran misión autoimpuesta: verme una de las series más famosas de los últimos tiempos. ¿A cuál me refiero? Naturalmente Game of Thrones. Suena bastante raro desatrasarse de algo luego de tanto tiempo, en primer lugar por lo caduco que cualquier comentario puede volverse pero también porque cada día, diría yo que cada minuto, salen nuevas películas, nuevas series, varios documentales y por simple matemática va aumentando la variedad mientras disminuye el tiempo disponible. El reloj de arena.

Era curioso e inevitable ver algún tuit por ahí o algún titular de youtube en el que alguien se quejaba por el famoso final o cualquier otro tipo de spoiler sobre algún personaje. Difícil no darse cuenta, me iba enterando yo sobre los dos bandos: los que decían que el final era magnánimo y los que lo pisotearon con ahínco. Ya sabía yo que se venía algo raro, había visto un par de críticas pero en síntesis seguí navengando mi vida de aficiones sin documentarme. Empecé y las tres temporadas iniciales, hace ya algo más de un año, pasaron sin ton ni son. Continué con calma, mientras veía muchas películas más, mientras también me desatrasaba (y ahí me sigo destrasando) de Servant, otra serie impresionante.

Iba transitando por la carretera de Game of Thrones mientras me cruzaba con libros, películas y otras series por el camino. Hacía pausas, olvidaba, retomaba, así como debe ser. Me quedaba complicado hacer maratón: estoy seguro que si, por lo menos en mi caso, me veo 9 horas de algo, al final quedaré saturado y no lo disfrutaré, más bien si dispusiera de mucho tiempo y decidiera ponerme a utilizar ese tiempo SOLO a ver algo, cosa que no creo que ocurra nunca, más bien me vería un par de capítulos y luego vería otra obra y luego otra. En fin. El tiempo corría y el interés, tal como un amigo me vaticinó, empezó a ir en crescendo. Estaba yo en un gran crescendo. Las puertas se me empezaron a abrir y con ellas los paréntesis, los interrogantes. Lo estrepitosamente achispado.

Como quien va corriendo y ve que poco a poco se empieza a ver la meta y por lo tanto empieza a acelerar el paso, así me ocurrió a mi. Ya en la sexta me empecé a enloquecer, vino la séptima y ahí sí la octava temporada empezó a generar tal chispa, tal embriaguez que no podía sino pensar en qué iba a ocurrir. Desayunaba Bon Yurt con Targaryen y cenaba Starks con arroz. Nada de spoilers, solo disfrutaba y me dejaba llevar. Compartía bobadas por ahí en redes y había gente que me iba respondiendo cosas como “dale, continúa, no te vas a arrepentir”. Me daban espaldarazos.

Había algo en contra: muchas veces veo series en la calle, en el Transmilenio, en buses, no sé. Esta vez, y más puntualmente en el famosísimo, el célebre capítulo de La Noche Larga, todo es muy oscuro, así que cualquier atisbo de imagen en la pantalla era imposible, todo se veía absolutamente negro. Ese inconveniente generaba retrasos en el cronograma de mi utopía, ya que solo era posible adelantar procesos en el televisor.

El 19 de mayo de 2023 me vi el último capítulo. Había nostalgia, probablemente tuercas que uno hubiera querido apretar de forma diferente, es que con algo tan largo y con tantas aristas era imposible que toda la gente estuviera conforme. Imaginen si no. Uff, la había acabado, había gente descreída que no imaginó que fuera a acabar. De hecho yo no puedo dejar nada inacabado: así no me guste, tengo que permanecer al final, se me hace inconcebible por ejemplo leer 70 hojas de un libro y si no me gusta dejarlo tirado. No puedo, siempre puede pasar que al final esté la luz, no más acuérdense de El Amante Japonés de Isabel Allende, donde la escritora en las últimas dos hojas nos da una bofetada, esas bofetadas certeras y fulminantes que cambian o explican el final por completo. No, en el arte y en el fútbol hay que quedarse hasta el final, hasta el último pitazo.

Bueno, ya había acabado el 19 de mayo, como les digo. Me metí a redes sociales, busqué algún meme o algún post relacionado para compartir mi felicidad, alguna foto, qué sé yo, y voy viendo a mucha gente feliz rememorando eventos: resulta que ese día pero exactamente cuatro años antes, EXACTAMENTE cuatro años, habían estrenado el final. No lo planeé, yo no lo planeé señoritos. Absolutas coincidencias: imagino hace 4 años los fans mirando el “Series finale” con alitas, birras, tabacos, coca cola, risas y recochas. Imagino la locura, además en redes, blogs y noticieros se gestaba todo tipo de comentarios, polémicas, entrevistas e intrigas.

Bueno, todo eso lo viví solo, todas esas especulaciones, peleas, vetos y expectativas las viví en mi mente, recorrí el camino solo. Como un lobo huargo en plena estepa de Invernalia, llegué. Coroné. Exactamente 4 años después.

Turbamulta de libros en el Transmi

A las 5 de la tarde me monté en la ruta B98 hacia el centro de la ciudad. El clima estaba un poco frío, había viento y ya poco a poco iba oscureciendo, ya la tarde iba entregándole la posta a la noche. No había asientos disponibles así que me tocó ir de pie. Me recosté un poco sobre una puerta y de ahí pude ver todo el horizonte de personas: todos estaban callados y atentos leyendo libros. Nadie hablaba. Cada quien estaba absorto en su lectura, cada quien con su propio estilo, gente joven, adultos, ancianos: todos iban nutriéndose de su propio universo que tenían ahí, en ese conjunto de hojas de papel entre sus manos. Ocurría algo curioso: cada minuto y medio los lectores cambiaban de página sincrónicamente, como robots. Era muy chistoso porque todos se movían a la vez, así como el público que asiste a ver un partido de tenis. Izquierda, derecha y cambio de página; izquierda, derecha y cambio de página. Me llamó todo la atención, era muy apacible el ambiente. “Qué civilizados se han vuelto”, dije para mis adentros.

Esa sincronía duró unos pocos minutos más. De un momento a otro, un adulto empezó a reír a carcajadas, estrepitosamente, con un tipo de risa aguda, casi ahogándose el pobre, todo rojo, todos podrán imaginar esa risotada de un adulto robusto de unos 60 años, una risa que inefablemente termina en tos. El señor no podía parar de reír, claramente quise chismosear qué estaría leyendo; pues se trataba de Los papeles póstumos del club Pickwick, de Charles Dickens. En ese momento, una señora de unos setenta años, atildada, de pelo blanco y corto, delgada, frágil, malgeniada y seguramente ortodoxa en sus pensares políticos se volteó hacia él, obligándolo a callarse. “Señor, está interrumpiendo mi lectura, estoy en un momento cumbre y su risotada me incomoda bastante”. La señora andaba leyendo una novela de Agatha Christie. “Discúlpeme señora, pero bueno, quién la manda a andar picándoselas de policía, resolviendo casos y crímenes, déjeme disfrutar de mis chabacanes ingleses”, respondió el sesentón, bajándose bastante molesto en la próxima parada de la calle 85. “Eh, es que ahora nadie puede leer en paz”.

“Señor, no sea grosero, usted puede leer en paz. Lo que no puede es reír en paz, menos con ese aire y peor con esa camisa tan fea” le respondió la señora.

Todos continuaron leyendo, tratando de retomar su curso, cada quien en lo suyo. Una millenial de cejas gruesas lloraba y limpiaba sus lágrimas con la manga de su cardigan Zara mientras leía Paula, de Isabel Allende. Estaba llena de sentimientos, pero ¿quién podría decirle algo? Quien llora en silencio no le hace daño a nadie, una lágrima callada es inofensiva. El equilibrio se retomó, pero pronto vendría una parada en una estación bastante concurrida: la del Estadio El Campín. Aparentemente había un partido amistoso y muchos hinchas de ambos bandos habían asistido a ver a su Millonarios y a su Santafecito lindo. Rojos versus azules. Y ya sabemos que ningún partido, en ningún lugar del mundo, será amistoso así sea supuestamente amistoso. Paró el articulado y se montaron decenas de personas desarticuladas de manera intempestiva. Cada uno iba con su libro abierto, ya que precisamente por el afán y el gusto de leer iban leyendo mientras el bus llegaba. Parece ser, según me cuentan, que algún hincha furibundo que estaba de afán empujó a varios jayanes, esto hizo que los demás empujaran y todo se volvió un caos. Como en concierto de rock, Transmi era una fiesta o más bien un pogo. Unos cayeron al piso al igual que sus libros, otros gritaban pero incluso hubo unos que no decían nada, precisamente por estar tan absortos en sus lecturas.

Cuando el bus cerró sus puertas para continuar su paso, la gente se empezó a enderezar nuevamente y las lecturas continuaron. De un momento a otro un adolescente, quien iba leyendo Satanás de Mario Mendoza, lanzó el grito en el cielo: “!Qué es esto! alguien me cambió mi libro, maldita sea, aquí en esta hoja dice algo de Aureliano Buendía, este libro no es mío”. Claro, probablemente en esa turbamulta la gente se había confundido.

Un viejo despistado, de cráneo oblongo y pelos en la nariz iba leyendo Autopista Lincoln, de Amor Towles, un hermoso viaje que hacen 4 amigos por dicha autopista, la Lincoln, una gran vía que recorre Estados Unidos de este a oeste. Antes de la estampida él iba leyendo las vicisitudes de Emmett, un protagonista, cuando de un momento a otro se vio inmiscuido en una disertación de lord Henry Wotton sobre la sociedad londinense. Ni cayó en cuenta del error. En este caso la turbamulta, o más bien el destino, le cambió el libro y le puso en sus manos El retrato de Dorian Gray. “Vaya historia tan chistosa, pasó de Estados Unidos a Inglaterra en un momentico, jiji” y siguió leyendo.

Al costado izquierdo, bien atrás, había una señora de unos cuarenta años. Ella iba leyendo a Pilar Quintana, por todo este meollo alguien se lo arrebató y a su vez le cayó en sus manos Ulises de James Joyce. Inicialmente no se había dado cuenta y empezó a leer, lo abrió al final indistintamente, leyó ese monólogo interior sin puntuación de la esposa del protagonista, Moly Bloom, la señora cayó en cuenta del error, empezó a percatarse, estaba de mal genio, estaba con hambre y por el encierro, quién sabe, vaya que empieza a transformarse y crece dentro de sí un sentimiento de cólera y desespero. Además va viendo que a unos metros una quinceañera empezó a leer su libro, el de Pilar Quintana, le había llegado por azar su libro, vaya turbamulta y ese egoísmo de no querer compartir su lectura con nadie más, todo junto, la agita y se va lanza en ristre contra la pobre niña y la empieza a mechonear. “¡Oiga, ¿Quién le dio derecho a coger mi libro? atrevida, china tonta¡”.

En este momento mientras esta señora mechoneaba a la pobre quinceañera, se generaron eventos simliares. Reacción en cadena que llaman. Un punketo le pegó un cabezazo a un pobre flacucho de barbita de 4 días, ya que su mamotreto de Juego de Tronos, versión especial, una versión de tapa dura que venía casi que con espada y escudo que él había comprado en Alemania, ese súper libro se le había perdido y lo andaba leyendo este flaco. El pobre flaco, un soñador empedernido, con camiseta del Boca Juniors, con pelito para abajo así como los Beatles, un pobre flaco más inofensivo que el agua, un man de ojos caídos se enganchó feliz leyendo las intrigas de las familias Stark y Targaryen, entre otras. La intolerancia se había apoderado del lugar. El agreste punketo recuperó su libro y pisoteó el que le había caído providencialmente por la turbamulta: uno de Paulo Coelho.

Luego vino la alevosía, la crítica hacia lo que el otro leía, la envidia, el afán. La intolerancia, como siempre. Todo sucumbió. Se hizo de noche y entre codazos y empujones logré llegar a mi destino. Empecé a caminar un par de cuadras hacia mi hogar y en ese trayecto metí la mano a la maleta para sacar un libro de ensayos de Stefan Zweig. No lo encontré, pero a cambio de lo mágico de Zweig, por efecto de la turbamulta, el destino me había puesto otro. Ya no importa decir cuál era. La literatura se había vuelto algo subversivo.

En donde cantan las langostas y Harry Styles

A veces nos topamos con traducciones bien extrañas. Incluso aun no supero la traducción de esa película de 1975, “Atrapado sin salida” con Jack Nicholson. Me la vi hace poco, ya que me había visto Ratched, la precuela en Netflix, y quedé súper intrigado. Excelente, la película cuenta vivencias en un manicomio, con diálogos interesantísimos. Pero bueno, lo que les decía, el nombre original de esta película era “One flew over the Cuckoo’s nest”. ¿Porqué tan diferente el nombre original y la traducción en español?

Algo similar pasó el viernes. Me vi “La chica salvaje”, una excelente película que me quería ver hace rato, la tenía dentro de mis obligatorias, ya la habían puesto en cine, no había podido ir, y luego la vi como estreno en HBO. Es con Daisy Edgar-Jones, uno de los amores de mi vida cinéfila. A ella ya la había visto en una serie llamada “Normal People” y es absolutamente hermosa. Además esta película tenía bastantes menciones en festivales y demás. Está prohibido perdérsela.

Esta película es la adaptación al cine del libro “Where the crawdads sing”. La traducción es como “Donde cantan las langostas”. Los paisajes, que son una especie de pantanos o ensenadas, los diálogos, el devenir de la película, los dibujos que ella hace, todo es hermoso. Y la naturalidad con la que ella actúa es absolutamente imperdible. Lo único que les puedo decir respecto al título original es que donde cantan las langostas es un pequeño rincón cerca de su casa al que ella recurre cuando necesita alguna señal, cuando necesita sentimientos.

Hay de verdad varios giros inesperados, ya verán. Por otro lado, ya está disponible la tan esperada película de Harry Styles, quien ya pronto viene de concierto por aquí. Ya pronto, ya casi me voy a acampar a las afueras de la capital. La película se llama “Don’t worry darling”. Esta película también es inesperada y extraña, no más imaginen si…….

No, mejor no digo nada, estoy seguro que cualquier idea que plasme, cualquier divagación sobre lo irrelevante, atemporal e irreal de nuestra existencia los va a sesgar, así que no digo nada. Solo puedo decir que para ambas películas, déjense llevar, pónganse cómodos y denle play.

No sea que alguien le dé play por ustedes.

Infidelidades de Pandemia

Hay algo que la gente no supera: la cuarentena de 2020 motivada por el famoso covid. No más hace unos minutos vi un meme en el que recordaban el día fatídico cuando, de manera jocosa, un señor de China se come un murciélago. En las conferencias, en los artículos y en los informes siempre se habla, por ejemplo, de la producción pre-pandemia, que estamos en niveles pre-pandemia, que si comparamos cómo subió todo en la pandemia, incluso hace poco vi un flyer de una fiesta que celebraba volver a vernos luego del encierro de la pandemia.

La pandemia, todo es la pandemia. Para no ahondar en el tema y seguir adelante más bien, solo diré que el periodo marzo2020, y aproximadamente 18 meses después, fue una época maravillosa y de las más felices de mi vida. Añoro toda la época en su totalidad, era muy feliz. Sí que lo era. Algo que siempre admiraré es cómo en plenos meses seguían estrenando series, puntualmente recuerdo el estreno de la última temporada de Dark en junio de 2020. Qué tan importante habrá sido el covid, que ahora cuando a alguien le da hepatitis, dicen que le dio hepatitis; cuando a alguien le da gripa, dicen que le dio gripa; pero cuando a alguien le da covid, dicen con todas las ínfulas técnicas que “dio positivo para covid”.

Yo daba positivo para felicidad. Calles vacías, no interacción, mil cosas buenas. Hubo aspectos curiosos: por ejemplo en algunos días si tenía cédula par no podía entrar a una tienda, o si era hombre, si era mujer, entró aquí toda la discusión de géneros. Se desinfectaban llantas, tenía que firmar un registro para comprar un lapicero en Panamericana y se lavaban los bananos y los paquetes de papas con límpido, pedir una lasagna a domicilio era casi un sacrilegio.

El mayor avance tecnológico grupal en esa época fue la posibilidad de poner, durante las ahí sí obligadas reuniones virtuales de cumpleaños (no había cómo decir que no), un fondo en la plataforma Zoom que emulaba una playa, el centro de París o el Times Square de Nueva York. La creatividad al tope.

Pero lo más más impresionante de todo esto fue un servicio que vi la otra vez en un pequeño supermercado: como las salidas eran tan restringidas, ofrecían a los/las infieles el servicio de mercar, seleccionar, reunir y empacar la lista de mercado que se necesitara, todo en un tiempo determinado, esto con el objetivo de que la persona se echara su canita al aire, hiciera gala de su affaire media hora, una hora, diez minutos, recogiera el paquete (me refiero al del mercado) y llegara a tiempo a su casa nuevamente.

No sé cómo sería el slogan, probablemente “No te preocupes por tu paquete, nosotros nos encargamos”. No sé. O tal vez “Nosotros empacamos, tú encárgate de desempacar”.

Y bueno, dicen las estadísticas que en esa época hubo varios divorcios, otros tantos embarazos, peleas, reconciliaciones, pero lo que sí es un hecho es que los mercados para infieles aportaron su granito de arena.

10 noviembre – CRIPTOQUIEBRAS, CRIPTOMIEDO

Sonó todo alarmante ese título: criptoquiebras. Bueno, entonces no, quiebras no, espero que no. Ya no cabe más desconfianza y miedos en el mercado financiero, ya estamos bastante golpeados. Lo que sí es un hecho es que hay susto precisamente por problemas en un fondo gigante que opera los criptoactivos: el fondo se llama FTX y vamos con lo objetivo, con lo que sale en las noticias: dicen que este fondo valía hace dos días 15.600 millones de dólares, perdió el 94%, y terminó valiendo hoy 1.000. Dicen también que la razón de esto radica en los problemas en sus flujos de caja. Las noticias también dicen que Binance, otro operador gigante, lo iba a rescatar y luego dijo que no. Impresionante, ahora detengámonos un momento.

Pensemos en las proporciones: ¿cómo es posible que una entidad, fondo, institución, lo que sea, pierda 14.600 millones de dólares en un día? o en los días que sea, son 71 billones, o sea 71 millones de millones de pesos. Este es un clarísimo ejemplo de las perspectivas del mercado y cómo algo, de un día para otro, puede bajar todo lo que se quiera. Además, TODAS las quiebras se dan por problemas en el flujo de caja, ¿a qué se refiere esto? pues que supongamos que yo capto mil pesos de mis vecinos y esos mil los invierto en cosas raras, comprando maracuyás y bananos en el mercado negro. Resulta que perdí 200 de esos mil porque me fue mal, entonces ahora mis inversiones valen 800. Luego una vecina mía, una viejita cansona y chocha, doña Esther, me dice que oyó en las noticias que hay pesimismo y mil problemas entonces que por favor quiere retirar su plata; claramente yo no la tengo porque la invertí y además perdí. Me toca conseguirme la plata saliendo a una casa de empeño a vender mi reloj Tag Heuer, o algún anillo de oro, suponiendo que son míos. Con eso le cumplo a la viejita. Pero si esto es más grande y todos quieren salirse, pues ni modo, no tengo cómo responder y me toca declararme en bancarrota.

Espero todo mejore y no haya más problemas de confianza con el vapuleado mercado financiero. Hoy mejoró el bitcoin y vale 17.900 dólares, aunque sigue abajo. Otro cripto, el famoso Ethereum, también subió y vale 1.327 dólares. Ojalá todo sea un susto y ya, como cuando uno va caminando y siente un piquete. Seguimos pendientes, voy a echarle leche de almendras a mi café.

(por si acaso, la de la foto es mi vecina ficticia, doña Esther)

9 Noviembre – DOBLES VIDAS

Ando viendo esta película en MUBI y me ha gustado mucho, aun no la acabo: se llama “La doble vida de Verónica”, es de 1991, es franco-polaca y está excelente. Por otro lado, la actriz se llama Iréne Jacob, no la conocía, es hermosa. Se me hace raro no conocerla porque siempre me fijo mucho en eso, qué extraño. No sé qué vaya a pasar con la trama de la película, ya veremos, aunque francamente no me importa mucho; la gran mayoría de veces es igual de interesante el proceso que el resultado. Amo promediar películas recién hechas con peliculas menos nuevas.

Me he dado cuenta con el tiempo que hay dos tipos de películas: las ágiles, en las que uno tiene que saber el final ya y que son imposibles de dejar de ver; y las sosegadas, o sea las que uno contempla, estas son más tranquilas y no tienen esa premura. Ambas categorías son igual de válidas.

Mírenla y me cuentan.

Respecto a eso de la doble vida, diría yo que es difícil dictaminar cuál vida es más real: ¿la de mostrar o la de esconder? Ambas son igual de válidas, sino no existirían. ¿Será más interesante tener varias vidas aunque desleal con los demás, o solo mantener una sola vida, a costa de la lealtad con uno mismo, con lo que uno tal vez quisiera ser? ¿Qué opinarás tú, Iréne Jacob?

¿Qué opinan ustedes?

8 noviembre – Perder o Encontrarnos

Dicen por ahí que la mejor forma de encontrarse es perderse. ¿A qué se refiere esto? a que si uno se pierde, si se pone a divagar, si llega a la parte más septentrional y meridional de los sentimientos se logra el conocimiento, la revelación, precisamente en esos momentos extremos dice el aforismo que el alma se encuentra.

Yo agregaría también algo, precisamente lo contrario: la mejor forma de perderse es encontrarse. Y tal vez esta frase tenga más implicaciones que la primera, ya que precisamente el avanzar en ese conocimiento de sí mismo va creando grietas, rupturas, queda la carne pura, queda la mera esencia, lo más cercano a lo que en verdad somos. Y al conocernos, solo en ese momento de nuestro pleno conocimiento, podríamos decidir si lanzarnos a la perdición o a la salvación.

¿Sería trascendental lo anterior? Probablemente sí. Ya de hecho ni sé qué significaría exactamente la palabra Trascendental. Mejor continúo. Hace ya varios meses que no escribía y es extraño, siento que a medida que voy moviendo los dedos en el teclado se produce el mismo efecto de un corredor de carros que no manejaba hace rato y vuelve a meterse ahí: va moviendo las palancas, va acelerando un poquito, va emocionándose pero frena, frena otro poco, acelera otro tanto y ahí en ese tira y afloje de aceleración y desaceleración va produciendo algo. Va avanzando. Yo voy avanzando también. Probablemente ahora me devuelvo a corregir, seguro hay una palabra de más, seguro tiendo a repetir mucho.

Mientras tanto van varias cosas transitando en mi mente. ¿Qué tan fácil y plausible será retomar esto? Por ahora quedan aquí los registros, mientras culturalmente tengo a The White Lotus presente. Llevo unos cuantos capítulos y es una serie que me ha gustado mucho, tiene humor negro, es en Hawaii y se plasman traiciones y romances retorcidos. Así como en la vida real. Píllenla. Alexandra Daddario hace un papel muy bueno, ahí ella interpreta una esposa recién casada y evidentemente con unos conflictos internos y de pareja que deberá ir resolviendo. No más spóilers, vayan y véanla.

Luego vendrá la música y más referencias.

OJO : ALERTA DE SUPLANTACIÓN DE IDENTIDADES

Debo confesar que he hecho esto: suplantar identidades. Pero un momento, antes de hacer la comedida labor de denunciar ante el organismo de control respectivo, permítanme unos cuantos minutos mientras voy arguyendo (me encanta decir eso, “arguyendo”) mi defensa. Mientras me explico. Permítanme estos minutos de libertad.

Creo que dentro de mi ser habita un actor, no sé si de novela, de película, dramaturgo, de teatro, de cómics, de Anime, de todos a la vez. No sé, el hecho es que me gusta imaginarme que soy otra persona. Yo soy de los que muy internamente cuando salen de cine se cree el personaje. Cuando salí de verme Avengers yo en verdad creía que era Thor, esa vez íbamos en carro y cuando saqué de mi bolsillo las llaves para accionar el seguro de la puerta, yo de verdad creía que tenía el martillo (el famoso Mjölnir). Miré mi escaso pelo largo y en verdad creía tener la melena de Thor, en su guapa versión de Chris Hemsworth. Una vez cuando fui a verme la 3ª parte de Twilight, la de los vampiros, que se llama Eclipse, recuerdo que fui yo solo un domingo a las 10pm a cine. Al salir yo me creía Robert Pattinson, o Kristen Stewart, no sé bien, y quería morder a alguien en la nuca. A veces cuando veo una película de drama, salgo haciendo cara de tragedia y con las manos en los bolsillos.

Acuérdense que yo soy de Popayán, entonces yo una vez fui carguero en la Procesión chiquita. Para quienes no sepan a qué me refiero y les suene esto a idioma cantonés, pues básicamente como a las 10 años participé en las tradiciones religiosas de Semana Santa, cargando unas imágenes de santos en un desfile muy bello que se llama Procesión. Estos pasos de niños no son pesados, a diferencia de los de los adultos. Pues sí, cuando yo cargué recuerdo que yo hacía cara de tragedia como si en verdad yo fuera el mismísimo Jesús cargando la pesada cruz. Me estoy confesando.

Sin embargo, en la vida diaria, cuando me dan ganas de hablar, cometo esta labor de suplantación de identidad y qué mejor que con los conductores de transporte, bien sea taxi, Uber o alguno más. Siempre que por ejemplo se dan las cosas, el conductor está conversador y yo también, se producen estos milagros. Recuerdo la otra vez que un taxista me recogió de una universidad y me llevó a la casa. En el entretanto llovió horrible y el señor me preguntó qué hacía. Sin ánimo de hablar de desconfianzas o de temores sobre inseguridad, no sé porqué se me ocurrió decirle que yo era estudiante de biología. Entonces ahí me regué a hablar de botánica y de una tesis que estaba haciendo. Al final me despedí, él me deseó suerte en la tesis y todo bien.

La otra vez recuerdo que estaba en algo en Corferias, pedí un taxi y a la señora conductora, cuando me preguntó, le dije que yo trabajaba ahí en la parte administrativa y que debía hacer unas diligencias; ella hasta resultó diciéndome que tenía una prima que también trabajaba ahí. “seguro , seguro que la conozco, me suena” le respondía yo.

En mi libro “Osías y Laura”, valga la pequeña publicidad, también juego con las identidades. Hay un “otro yo” que es niña, otro alter ego que es un DJ y así sucesivamente. ¿Porqué si existen varias personalidades tenemos que quedarnos con una sola? Creo que el nivel máximo de la prolificidad del ser humano sería el adecuado desarrollo de sus personalidades múltiples.

Y si, la mente contiene sinfín de posibilidades. Las identidades también. Esto no lo escribí yo, sino un señor llamado Georgen Rüzen, un nativo de la isla de Pascua de 80 años que vive de la agricultura y que es amigo de las gigantes estatuas Moai.

Pensándolo bien, por favor no me denuncien. Solo léanlo y disfruten.