No estaba muerto, estaba leyendo LOS EUROPEOS

Durante estas semanas no estaba muerto. O de pronto sí, ya no sé; por ahí dicen que cuando dormimos experimentamos pequeñas muertes y al despertar a las 6 de la mañana es como si reviviéramos, como si resucitáramos cada día. Aquí entran los científicos a debatir, pero en el campo ontológico sí podemos interpretar el dormir como una pequeña separación del mundo. Mi Virginia Woolf dice que dormir es una deplorable interrupción del gozo de la vida. ¿Estarían de acuerdo? Probablemente yo sí. El hecho es que volví y aquí estoy escribiéndoles. Siento que la vida cobra sentido, entre otras cosas, cuando comunico vía escrita mis ideas, es una sensación deliciosa de la que no puedo ni quiero alejarme.

Llegó el 2022. Gran parte de mi tiempo en vacaciones, aparte de los compromisos ineludibles que nos hacen pertenecer a una sociedad, (aquí hago un paréntesis: Conrad dice que la odisea del hombre está en la sociedad, no en la soledad, y es que sí, es ahí donde están los verdaderos retos, los verdaderos soldados que han de tener que socializar). Decía pues que gran parte del tiempo, mi mente estuvo ocupada en varios libros pero hay uno que mató todo, que colmó todas las expectativas, un gallardo libro de 661 hojas, que por fin terminé, y que se convirtió en mi acompañante fiel en mis caminatas, yendo a hacer mercado, comiendo hamburguesas, visitando tías, en novenas junto al tambor, mientras iba a la farmacia, en el avión, en todo lado estuvo conmigo. Se llama “Los Europeos” del historiador, del magnánimo y admirado Orlando Figes. Ya con este libro este señor queda para mí coronado. No me cabe en la cabeza cómo realizó tal labor, tal recuento de información.

Este libro se centra en tres personajes reales que llevaban una especie de triángulo amoroso: Ivan Turguénev (gran escritor ruso del que quedé tan enamorado que me terminé comprando un libro de él llamado “Diario de un hombre superfluo”, el cual leo en este momento), Pauline Viardot (cantante de ópera sobre quien gira gran parte de la historia) y su esposo Louis Viardot. ¿Es una novela? Sí, pero no, porque narra muchos hechos históricos. Es más bien el recuento de toda la historia cultural de Europa, de cómo fue creada la europeidad, narrada con la historia de ellos como telón de fondo. La EUROPEIDAD.

A cada rato lo reviso. Aunque hay muchos otros libros por leer, así que mejor no lo releo: dice Virginia Woolf en su libro Genio y Tinta, que releer implica un compromiso más grande que leer. Este libro pasa a formar parte del panteón de libros leídos, subrayados, comentados y digeridos. No es solo leer y ya. ¿Qué les puedo mencionar de tantas ideas que hubo ahí? Pues a ver, la narración empieza en 1843 con algo que marcó para siempre la historia de Europa: el ferrocarril. Gracias a este medio de transporte, se empezaron a unir pueblos y ya la gente podía viajar con mayor facilidad. De hecho Heinrich Heine, un poeta, decía casi exagerando que estando en París podía oler los tilos alemanes.

Luego se narra el florecimiento de la ópera como arte y también como negocio. Mencionan cómo gracias al ferrocarril podían ya planear giras, cosa que era casi imposible antes a caballo. Ay qué delicia, me solazo escribiéndoles esto: narran sobre la ópera española y la francesa, con las peculiaridades de cada una. Ahí hubo una revolución en el mercado cultural, claro, gracias a los trenes, pero también gracias a esa elegancia, a esa clase, a esa cultura europea. Todo sigue transcurriendo. Louis Viardot decía que las locomotoras eran enormes caballos de la civilización que engullen carbón y escupen llamas.
Se alargó este artículo. Me declaro un diletante de estos temas, así que para poder exprimir las ideas y desmenuzarlas, prefiero dejar aquí y luego continúo.

P.D. Si antes había cultura, siento que este año será más. Hay una plataforma donde estoy viendo cine-arte llamada MUBI. Por cierto, ¿qué es cine-arte? ¿qué no lo es? En fin, luego les daré unas recomendaciones, por ahora les dejo una joya: “Una Mujer es una mujer (Une femme es une femme)”, protagonizada por la hermosa Anna Karina. Es un musical “no-realista” de 1961, hermoso y delicioso. Hace parte de la French New Wave. Imperdible, una delicia. Me solazo.

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