El poder del arte los salvó

Empecemos como los cuentos clásicos. Érase una vez una niña que dibujaba; en su escritorio tenía colores, marcadores, borradores, hojas, tenía varios libros de diferentes autores, tanto nuevos como clásicos de la Edad Media. Su escritorio era un desorden mágico y hasta delicioso. Ahí ella dibujaba. A veces transcribía fotos, a veces algún cómic. En esas se la pasaba en sus ratos libres, cuando terminaba sus obligaciones del colegio. En la casa, su padre y hermano mayor siempre la regañaban, le decían que no servía para nada lo que hacía, que cómo así, será que con eso iba a solucionar la situación del país tan álgida. Qué desfachatez.

Ellos vivían en un pequeño villorrio que andaba con problemas de todo tipo. Ella se sentía triste porque sí, ella quería ayudar, pero lo que mejor sabía hacer y lo que más le gustaba hacer era dibujar. El papá seguía regañándola, le trataba de soñadora. Al hermano mayor se le ocurrió, mientras ella dormía, botarle los dibujos a la basura. Esos dibujos, unos coloreados, otros en carboncillo y otros en sanguina, eran inofensivos, lindos. Su hermano fue al depósito y le botó todo. Sin embargo, como ellos vivían en el séptimo piso, cuando él recogió todo para llevarlo a la basura, un dibujo se coló sutilmente por la ventana y quedó vagando libremente por el aire.

Era un día difícil. En la calle del pueblo había ogros, colmillos, nubes negras, fauces, truenos, relámpagos, dragones, boas, lobos, explosiones y en medio de todo eso iba flotando el dibujo en papel tornasol. Peleaban los ogros, los centauros, todo explotaba, había fuego y cuando alguien se aproximaba a clavar una daga en otro cuerpo, cuando ya todo iba a sucumbir al maremágnum notorio de la hecatombe, ese papel tornasol, que era el dibujo de un coqueto gorila con camiseta plateada, ese mismo viso plateado generó un reflejo a los ojos del ogro que peleaba, generándole incomodidad e impidiendo que clavara su daga al otro combatiente.

Ahí todos los contrincantes se detuvieron. Miraron qué ocurría. El papel plateado contenía también varios dibujos de animales y globos. Se detuvieron y lo miraron, un ogro recordó que cuando era niño en su selva había un gorila similar. Llegó una pantera que estaba peleando, se detuvo, miró el dibujo y no pudo evitar sonreír al ver especies tan cercanas a ella. Todo se detuvo. Todos se quedaron inmóviles y se sonrieron. ¿Qué estaban haciendo? Bajaron la cabeza y todos se marcharon, dejando solo humo alrededor.

El arte, la belleza, la inocencia no habían solucionado la guerra. Pero en ese momento, ese dibujo, esa manifestación de positivismo, impidió la partida de unas cuantas vidas. Impidió un par de muertes. Lastimosamente la niña nunca se dio por enterada, lloró mucho, pero debía continuar con su vida y tuvo que retomar su vida de dibujante desde cero, en contra de todos.

Su familia nunca la entendió, le tocó estudiar otra carrera, pero estoy seguro los combatientes, los ogros, las panteras, los linces y los leones fieros, ellos seguro sí le agradecieron de por vida. El arte les había salvado la vida.

FIN (… o más bien Comienzo..)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.