Entrevistas con Pepín y Shakespeare

-Hola, te acabo de ver pasar, ni siquiera me miraste, ¿andas en las nubes?- me dijo Pepín.
-Oye, sí, qué pena contigo, iba elevado- dije, quitándome los audífonos, andaba escuchando sonidos binaurales multidimensionales y leía a Macbeth. -Discúlpame, Pepín, sí, iba elevado, ¿qué te trae por acá en la tierra? hace rato no hablamos, ¿no?- le pregunté a esta bella mascota, a ese perro narizón que usa Adidas Superstar y juega béisbol.

-Yo bien, pensando en varias cosas, ¿quieres que vayamos a comer Poke?, subiendo las escaleras hay un sitio delicioso, ven te muestro el de salmón- me dijo él. Vaya uno a saber de dónde un perro se saca unos billetes de pesos colombianos, de papel moneda, para realizar transacciones y dar constancia así de ese valor de cambio trazado por Karl Marx en El Capital. -Cuéntame, ¿crees que vuelvan los cocteles como evento social luego de todo esto?- le pregunté a este ser.

– No lo creo. Y no iría. Siempre he pensado que un coctel es como cuando uno está en una discoteca y ya van a cerrar entonces prenden la luz y apagan la música. Uno queda como mirando para todos los lados, qué hago, de qué hablo. Finjo interés en algo, no sé. Tal vez iría si no tocara hablar, si hubiera música a todo volumen solamente. La otra vez fui a un coctel donde un embajador y tuve que hablar de temas extrañísimos, como el tráfico y el colegio de los niños- me respondió, mientras movía su marcador Stabilo por entre los dedos.

-Pero eso ya no sería un coctel, Pepín, vaya tú- le dije.
-Lo sé- me respondió. 

-Hablando de Macbeth, ¿sabías que Shakespeare hizo 14 comedias, 10 historias y 11 tragedias? esta Macbeth cabe dentro de esta última categoría, es la más corta- me decía él mientras llevaba a su boca, con bastante garbo y lentitud, un pedazo de salmón. Me acordé de ese libro de Hiromi Kawakami, “El cielo es azul, la tierra blanca”, libro en el que gran parte de los diálogos se da en restaurantes, con mucho sake, ballenas y soya. -No, no sabía eso, qué interesante- le respondí.

Continuamos hablando de una nueva serie que examina la vida de Mildred Ratched, la enfermera de esa película de 1975 “Atrapado sin salida”. Le comenté que esa serie, cuyo nombre es Ratched, me tenía atrapado, que el manejo del color y su Aesthetic era muy similar a The Politician. Muchos colores vivos y thrillers psicológicos. De hecho le dije que antes de empezar a verla, había leído la entrevista a la actriz Sarah Paulson en la nueva edición física de la Vogue, a la que estoy suscrito. 

Convivía gastronomía, la Vogue, El Capital y un libro del CFA (chartered financial analyst) en el que andaba revisando ejercicios sobre indicadores de solvencia para dar en la Maestría. Pero recordemos que Pepín es un perro: por mucha clase que tenga, cuando come no pone atención. No me miró luego. Nunca

-Tendré que esperar a que acabes- dije en voz alta, mientras bebía un sorbo de mi Hatsu blanco. 
-Sí te estaba oyendo, tranquilo- me dijo Pepín.

Me leyó en voz alta una frase de Shakespeare que estaba en el prólogo de su libro: “Estamos tejidos de idéntica tela que los sueños y nuestra corta vida se cierra con un sueño”. Me gustó eso. Él pagó, seguimos caminando, subimos la empinada cuesta de La Macarena, compramos un helado y de un momento Pepín se me despidió.

-Me tengo que ir, necesitaba material del qué conversar, porque tengo un coctel ahora, pero ya que lo pienso, seguiré caminando y maravillándome con Macbeth, no iré al coctel- me dijo él.

-¿Quieres que vaya y te reemplace?- le pregunté.
-No, tranquilo. No quiero correr el riesgo de que me hagas quedar bien- me respondió.

Sonó la alarma, era un nuevo día.

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