Mis teorías sobre Dark, de Netflix

Hace ya casi un año, en julio de 2019, tuvimos la oportunidad de ir a la casa de campo de la familia Roosevelt, una bella casa-museo situada cerca a un pueblo llamado Poughkeepsie, a unas dos horas de distancia de New York City. Esa casa era una de las tantas que tenían, y según lo que dijo esa vez la guía, era la casa más visitada, ya que era muy amplia, quedaba en pleno campo y tenía al río Hudson ahí al lado, lo cual facilitaba su acceso. Hermosa esa estancia: toda enmarcada en el pasado, además hubo algo que me conmovió. Ocurre que Franklin D. Roosevelt tenía polio, cada vez le era más difícil caminar y mover sus manos, pero como era un dirigente, no podía mostrar su debilidad, entonces en esa casa hay una especie de ascensor escondido, por medio del cual los ayudantes subían al segundo piso y volvían a bajar la silla de ruedas y la escondían, cosa que cuando algún visitante llegara, algún Churchill por ejemplo, pudiera ver a Franklin, como si nada, sentado tranquilo en su despacho.

Bellas cosas había en esa casa de campo. Ese día hicimos picnic en los alrededores con mi primo Juan Carlos. Sándwiches con tomates secos, quesos, papas de paquete, gaseosas y jugos de naranja. Estaba haciendo muchísimo sol, estábamos en pleno verano, así que la sombra de esos inmensos árboles constituía el mayor y necesario sosiego. Incluso nos quitamos los zapatos. Cuando estábamos ahí a unos cincuenta metros estaba una señora de unos 80 años pintando un cuadro, tranquila, absolutamente solazada con sus pinturas, su trípode, el esposo haciéndole compañía y su sombrero que le cubría el sol. Yo me quedé mirándola: si hiciera el ejercicio mental de imaginar a mi hija María Belén de 78 años, es decir su edad actual 12 + 66 años, sería como ella. Además ella es pintora también. La señora me saludó con una cordial sonrisa y se nos quedó mirando con bastante curiosidad.

Se me vinieron muchas preguntas. Probablemente a mi hija le quedó gustando ese sitio, luego terminó su bachillerato, se casó, estudió medicina, vivió en varios lados, operó muchos pacientes, luego tuvo un hijo o dos hijos, ellos crecieron y ya luego de todo, cuando estos hijos se casaron, luego de estar cansada de vivir en el ruido de New York, con tanto hablado en el Metro, “stand clear of the closing doors please” , después de tanto bullicio en Brooklyn, de tanta gente en pleno Manhattan, después de vivir en Suiza y en varias partes, luego de todo eso tal vez decidió dedicarse a la pintura.

Ya a los 70 años se puso a experimentar con la pintura del siglo XIX, le dijo a la hija mayor que le comprara unas paletas y unos óleos, unos acrílicos, mucho azul, mucho. Empezó a pintar, de pronto se le apareció un viajero en el tiempo, con barba y pelo largo, con una aparente maleta en sus brazos, preguntándole si de pronto le gustaría ver dónde nació todo este gusto, tal vez le haya dicho que cada 33 años el ciclo de la vida se repite, todo se vuelve a alinear. Y que se devolvieran rápido a 2019, un año antes de 2020 para verla pequeña, y así decirle que se prepare para evitar el Apocalipsis de mañana 27 de Junio de 2020.

Probablemente en esa mansión había algún tipo de energía, alguna carga de Wolframio o Tungsteno, que permitió el viaje en el tiempo. Tal vez yo en algún momento viajé del Londres de 1800, siempre lo pienso, y llegué a los 13 años aquí a mi ciudad. Tal vez. El día del Apocalipsis mañana 27 de Junio de 2020.

El hecho es que mañana estrenan la tercera temporada de Dark. Tal vez este escrito es solo un homenaje a ese fenómeno de serie. A esa locura. Hay gente de Game of thrones, yo no. Hay gente de Billions, yo no. Hay gente de House of Cards, ni idea, yo no. Yo soy Jonas, la única diferencia es que mi impermeable es verde, no amarillo. Y tal vez mi hija si sea esa pintora de 78 años que estaba ahí ese día.

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