Ayer cuando llegué a la oficina, con ese libro bajo el brazo, ese que tantas referencias tiene al Raval, a la Barceloneta y que está relacionado con el cementerio de los libros olvidados, iba comiéndome una barra energética y me encontré con una recesión en Sudáfrica, con devaluación en la lira turca, con aranceles en China y con problemas aun (lastimosa y seguramente por mucho tiempo) en Argentina. Lo vi en varios medios de comunicación, así que fue una mala coyuntura cosmopolita, multimedia y pluricultural, digámoslo así.

Todo en la vida, por lo general, abre con ruido y se va aplacando. O al revés, abre aplacado y cierra con ruido; nunca es cien por ciento calmado ni cien por ciento extremo. Así somos también nosotros. Market is us. Al final, el dólar cerró a 3.094 pesos y los Julios del 24, sí, los que representan la deuda del gobierno que vence el 24 de julio de 2024, cerraron al 6.25%.

Pensaba en varias cosas. Aprendí también que Antonin Artaud considera que la vida consiste en arder en preguntas (buena frase). También por ahí vi que la hija de Steve Jobs sacó un libro sobre la relación de ella con su padre. Lo distanciado y hosco que fue con ella, lo distante, por trabajar en iPods y iTunes y iDemáscosas, aun teniendo todas las posibilidades para aprovecharla al máximo. Eso pasa, es más común de lo que uno cree.

No me interesa ser Steve. Lejos de ello.