Me gusta ser optimista. Ser optimista es una elección, es un resultado. Decido serlo, también decido creer en varios preceptos que no citaré hoy por cuestiones de espacio; uno decide todo. Uno decide el cielo o el infierno. Dentro de los datos que sustentan mi optimismo deberé citarles unos económicos que han sido publicados en los últimos días: Por un lado el aumento en el PIB de Colombia fue del 0.4% trimestral, y así queda el dato anual en 2.2%. Además, mientras haya buena música y amor todo está bien. También las ventas al por menor aumentaron 5.5%, más que el 2.8% que creían los encuestados; ventas al por menor comprende patacones, libros, colores y tostacos. Por último la producción industrial bajó 1.4% y la gente encuestada creía que disminuiría 2.5%. Menos peor, o algunos dicen que súper mal, en fin, cada quien puede ver las cosas de la manera en que guste.
Datos económicos, eso era; la economía mueve muchas cosas. Decía también yo que mientras haya buena música y amor todo está bien. Es cierto, además ahora que hablo de música el fin de semana pasado hubo buenos exponentes musicales acá en Bogotá: Boris Brejcha y Ann Clue. A esos no los vi, pero a quien sí veré el próximo sábado es a Charlotte de Witte, en el Baum Festival. Será majestuoso, como algo que intenté, jugando a ser chef, el domingo pasado para el día de la madre: una reducción de salsa negra con caramelo, ajonjolí y almendras. Esa reducción bañó un pollo thai muy rico, les dejo de tarea el imaginarlo.
Sí, la gastronomía, el PIB y Charlotte. Razones de más para ser optimistas.