Memorias del Congreso parte II – Sábado

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Podría decirse que el viernes fue el día más pesado desde mi punto de vista. Continuando con todo, el sábado llegué muy juicioso nuevamente al recinto donde estaban las conferencias académicas. Alrededor del auditorio había fotos de Tintín (el cómic), de los Pitufos y de varios cuadros del pintor René Magritte, todos estos de Bélgica. ¿Recuerdan el famoso cuadro de “Esto no es una pipa”? Pues ese es de Magritte.

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Hubo unas presentaciones que me perdí, pero este día vi al alcalde de Neiva hablando de su ciudad. Era el día de Neiva y en general del Huila. Nunca he ido a Neiva pero me llamó mucho la atención: se habló sobre la hidrología, la geografía y la historia. Allá hay peces como el peje, la cucha, el bocachico y el capaz.

Luego empezó un foro muy interesante: “Gastronomía como instrumento de paz”. Mucha gente habló, se mencionó la importancia de ir a las plazas de mercado y sí, siempre la necesidad de rescatar lo nuestro, de percatarnos que la cocina es todo. Hubo un expositor que decía que la cocina es física, y sí; que la cocina es química, y sí; que la cocina es geografía, zoología, historia, literatura, matemáticas, y sí, tiene toda la razón. Es cultura, básicamente, y ahí estaba yo muy contento pendiente de todo. La mañana pasó rápido y, como ya sabemos todos, después de la mañana sigue la tarde, y con ella llega la necesidad de almorzar.

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Otra vez en el Hotel Monasterio, antes de sentarnos a almorzar, estaban dando muestras de comida huilense en el patio del recinto. Las muestras deliciosas: eran unas tostadas como de una masa llamada “oreja de perro”, con carne de cerdo encima y ají. Qué cosa más deliciosa. De un momento a otro sonaron unos gritos, eran los bailarines que llegaron a sacar a bailar a todo el mundo, generándose una emoción impresionante. Ahí bailamos y pasamos a sentarnos. El almuerzo fue pura comida típica del Huila (lechona, asado y un aperitivo delicioso cuyo nombre se me olvidó). Sí, todo fue mágico y quedamos bien pero bien llenos. Así suene cliché, quedamos llenos en el corazón, en el alma y en el estómago. Me perdí la exposición de panadería que presentó un gran amigo, por cuestiones de tiempo y logística no lo logré, pero lo bueno es que nos saludamos.

Eventos satélites, muestras en el parque, buenos grupos musicales, chontacones, lindas anchetas caucanas, paquetes de papas ancestrales, licor Viche de Guapi, aborrajados de toyo (un pescado buenísimo), un trago llamado Candelazo, mermeladas de chontaduro, grupos de Funk, raperos caleños, ediciones conmemorativas de aguardiente con la cajita en forma de Torre del Reloj, gaseosas La Reina y bueno, todo lo vivido. Tal y como decía, para dejar constancia escrita.

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Dos cosas aprendí de todo esto: La primera es que el maridaje lo hacemos nosotros mismos. Nosotros decidimos con qué acompañamos la vida, si con vino, con lejía o con té de frutos rojos. La segunda es que este Congreso no me hizo dar ganas de comer. Me hizo dar ganas es de cocinar. Qué buenos tres días aquellos.

 

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