Sábado de Vermet y de Principitos

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Todos los días encontramos motivos para emocionarnos y nuevas fuentes de energía de dónde alimentarnos. Inyectando cada día de fantasía evitamos que transcurra como a veces los días son, o sea simples y rutinarios. Ese sábado con fiebre de gastronomía por la mañana, y si queremos agregarle un plus, ese otro sábado con fiebre de buen cine también, representaron dos días en los cuales se pudieron apreciar las cosas lindas de la vida. Sí, como dices tú, querido muñeco rubio de otro planeta,  lo esencial es invisible para los ojos.

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Como les decía, fueron dos días y empezaré con el primero. Habiendo recogido a la niña mayor que andaba en una actividad deportiva, nos dispusimos a desayunar en un sitio espectacular en Quinta Camacho, llamado Vermet. Podría decir que este restaurante es un sitio al que todo el mundo debería ir algún día en su vida, puesto que es muy agradable hacerse en la terraza (o adentro), recibir la luz de la mañana, dejarse impregnar por la energía, apreciar la bonita decoración, las sillas blancas, las mesas amaderadas y algo esencial, aunque en este caso sí visible a los ojos: las pequeñas plantas y pequeños arreglos ornamentales. No más estar ahí, leer a Dickens o hacer un crucigrama ya era algo fenomenal, pero habríamos de empezar a degustar los manjares.

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Esto sí fue lo mejor y a continuación se desglosa el pedido de cada comensal. La doncella de 7 años pidió una tostada mañanera, gran creación con una mezcla de jamón, queso, cebolla y tomate, todo con un huevo frito encima; la otra doncella, la que es adolescente, pidió tostadas pero francesas, con algo de miel, canela, bananos y arándanos. Qué delicia, al escribir las combinaciones me acuerdo, me vuelve a dar hambre y quiero volver por allá. Mi esposita, la doncella de más años, se lanzó con unas tostadas de aguacate con queso feta y yo pedí lo más revolucionario: qué cuento de tostadas, yo quería “calentao” pero envuelto en un wrap, con fríjoles ya no normales sino negros y algo de lomo de res. El sentido del gusto, cuando va acompañado del de la vista, se intensifica aún más, porque se vuelve una experiencia holística. En este caso fue así porque todo era muy bonito y delicioso. Qué delicia Vermet. Gran must gastronómico y visual.

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Si ese sábado fue para chuparse los dedos, el otro fue de películas. La premier de El Principito fue algo salpicado de lágrimas en ciertos momentos y sonrisas en otro. Lo único malo de los estrenos es que uno no puede contar muchos detalles de lo que acabó de ver, pero ya que muchos nos hemos leído el libro, hay mucho de dónde agarrar previamente y sin generar la desazón y la frustración de contarles el final. Puedo decirles que las técnicas de stop-motion y dibujos animados se entremezclaban, que aparece una niña tierna con su mamá y un bello aviador ya anciano con toda su alma tan llena de niñez y de inocencia. Hay muchos referentes bonitos, dignos de ser vistos; ya en unas cuantas semanas podrán verla.

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Recordemos que en este libro hay muchas referencias a facetas del ser humano, cada una en su propio planeta y en su propia soledad. Cada quien creándose su propio infierno o su propio paraíso; como dice la cantante alemana C.C. Catch : “you make your own heaven and hell”. Aparece el hombre vanidoso, el hombre de negocios súper gigante y súper antipático, contando sus estrellas y vanagloriándose de tenerlas; el Principito le preguntaba para qué necesitaba tantas estrellas y él respondía que para contarlas y para tenerlas. Mejor dicho, tenerlas por tenerlas. Salen muchos adultos y la frase más bonita que les podría citar es la siguiente: “El problema no es crecer, el problema es olvidarse”. Olvidarse de que fuimos y tenemos algo de niño es el problema. Hay varias historias, laberintos, futuros alternativos y varias cosas más, con tanta semiología como queramos. Muy bonita de verdad, pero lo más bonito fue el zorro, un peluche que se movía poco pero que siempre se hacía notar. Imperdible de verdad, me encantaría tener un peluche así, pero para no dar tantos detalles, me detengo aquí.

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Muchas flores y muchos zorros y también muchas plantas y delicias en Vermet. De tomar, aparte de los deliciosos batidos y cafés, ordené un prensado de piña, naranja, fresa, jengibre y semillas de chía. Este se llamaba “Par-chia-ando”, formando un gracioso y valluno juego de palabras. Todo fue muy rico, son esos eventos en dos días diferentes que representan experiencias. No es ir a desayunar, es la experiencia vivida al desayunar. No es ir a cine, es la experiencia vivida al ir a cine.

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Es esta vida tan hermosa cuya pequeña porción quiero compartirles.

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